Difícil saber por qué a los políticos les es tan pero tan difícil hacer una autocrítica o reconocer los errores cometidos, cosa que es inherente a la naturaleza humana, haga o no vida pública la(s) persona(s) en cuestión.
Aún sabiéndolo, desconocen también que obtener la confianza de la ciudadanía (en concreto de aquellos que apoquinan con sus votos su elección) tiene como condición sine qua non la transparencia, la actuación clara sin segundas. Cierra este círculo virtuoso, poco practicado, el admitir los errores.
Un sector del país teme, desconfía, sospecha, proyecta que la primera dama va sí o sí a la postulación presidencial en el 2016. En el 2013 Nadine Heredia fue retrechera para decir públicamente que no lo haría, y sin embargo hoy por hoy el tema vuelve a surgir como un géiser que nunca acaba.
El gobierno sostiene que esta tormentosa duda, que dura tres años ya y no se disipa, se debe a un afán desestabilizador de la malvada oposición que busca que el régimen fracase. Lo cual supone un plan para llevar al país a la catástrofe.
Si el oficialismo se refugia en esa victimización, el voto de confianza que busca obtener el Gabinete de la primera ministra Ana Jara será difícil de obtener. O por lo menos puede pasar un momento lleno de sinsabores. Recordemos lo que ocurrió con el ex primer ministro René Cornejo, tuvo que garantizar que la participación de la señora Heredia sería de perfil bajo.
Esto le trajo infortunio a Cornejo, duró poco y lo hicieron caer de manera abrupta y teatral como los otros ex primeros ministros. Jara tiene a su favor la cercanía con la pareja presidencial, una lozanía política que le da el carisma y la buena imagen que tiene. Aunque algunos dirían que es obsecuente frente a las decisiones de la primera dama, también se la percibe como una política auténtica, trabajadora y con firmeza.
La primera ministra ha asegurado y reasegurado que no habrá ‘reelección conyugal’. Es más, ha señalado con claridad que la ley no se lo permite, que no hay interpretación posible, que todo es claro legalmente. Nótese que la acotación jurídica es una exigencia y/o condicionamiento unánime de la oposición en el Congreso para darle el voto de confianza que requiere un gabinete.
A Jara se la percibe como honesta, creerle no es problemático. Lo que no se sabe es cuánto participa del círculo de poder que rodea a la pareja presidencial y que –valgan verdades– todos los gobernantes poseen. Vaya a saber usted si tiene llegada directa al jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia, a la facción militar –activa a favor del régimen, pero de la que conocemos poco–.
Tampoco sabemos si Jara accede, opina, discrepa de algunas decisiones económicas o ese es un coto exclusivo al que solo accede la pareja presidencial, el ministro del Economía y probablemente la jefa de la Sunat. En teoría podría ser que sí, pero después de escuchar de propia boca de los ex primeros ministros que Heredia despachaba con sus ministros, la sombra de la duda, ergo la desconfianza sigue latente.