Ríos de tinta se han consumido describiendo a la Argentina antes de Perón; era pujante e instruida.

¿Qué le pasó tras darse el lujo de alimentar y financiar a una España hambrienta y aislada internacionalmente tras la guerra civil y posteriores?

El general Juan Domingo Perón fue electo presidente en 1946 y reelecto –reforma constitucional ad hoc mediante– en 1951. En dupla con la santa peronista –Evita–, estrenaron el voto femenino y la fanfarria populista, inoculando el cáncer peronista en la sociedad argentina.

Según nos cuenta Harari, los hombres hemos construido ideas muy poderosas y el billete es una de las más potentes. La creencia en él hace que todos le asignemos un valor reflejado en el intercambio de bienes y servicios. Si dejáramos de creer en nuestro sol, este no valdría nada.

La Argentina peronista ha probado de todo, mejor dicho, casi todo. Sin puntualizar más en el estreno político del general –fue tres veces presidente–, ofrezco un ‘memorex’ intravenoso sobre los últimos 50 años, hasta su actual bancarrota.

Impedido de candidatear en 1973, el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder” convirtió presidente a Cámpora. Gobernó 49 días, aplicó el Plan Gelbard –nombre del ministro de Economía– y sobrevino la inflación.

En 1976, el triunvirato militar Videla-Massera-Agosti introdujo la tablita de Martínez de Hoz y el expresidente Alfonsín aplicó en 1983 el plan austral y la calle se cargó los dos planes. En 1999, llegaron los traficantes de armas Menem y Cavallo –los peruanos lo recordamos– y equipararon el peso con el dólar. Los argentinos se sintieron ricos, viajaron lo que nunca y compraron lo que jamás. La fiesta terminó ruinosa y muchos extranjeros compraron propiedades argentinas por pecunias.

El expresidente De la Rúa abandonó el gobierno y el peso argentino cayó en un pantano arenoso. Poco después, el patagónico Néstor Kirchner –2003– gestó un peso ficticio y declaró que la deuda argentina con los bonistas no era suya sino de sus predecesores. Decretó “la quita” extorsionando a los acreedores: quien no aceptaba un bajísimo porcentaje en pagos fraccionado en pesos no cobraba.

Unos aceptaron –del lobo un pelo– y otros demandaron a Argentina ante la corte de Nueva York. El implacable juez Griesa embargó los bienes argentinos en Estados Unidos –la cancillería porteña trianguló para pagar a sus misiones diplomáticas y consulares– y Argentina siguió perdiendo juicios ante la justicia estadounidense.

‘K’ristina Fernández viuda de Néstor se ufanó de la fiesta populista, Macri –peronista camuflado– no atajó nada y el actual presidente Alberto Fernández, el Medvedev argentino, tampoco rompió con la recurrente indexación salarial y aumentó el abultadísimo déficit fiscal.

Anualmente los sindicalistas presentan un pliego de actualización de sueldos y salarios (empleados y obreros), los empresarios discuten y el gobierno dispone la indexación salarial, siempre de dos dígitos.

Actualmente, hay tantos tipos de cambios como equipos de fútbol, el Banco Central está quebrado, las reservas netas son negativas y nadie les presta ni un pañuelo para llorar.

Así, la inercia inflacionaria, el déficit fiscal, la fanfarria y el asalto peronista empobrecieron a los argentinos, con excepciones… Los líderes peronistas y los dirigentes sindicales son muy ricos. Florencia –hija de la pareja presidencial K– guardó cinco millones verdes en su cajita en el banco, su hermano Máximo es millonario sin oficio y la impune ‘K’ristina, la maga de las finanzas familiares.

Mi tocayo Milei es el hijo no deseado del peronismo. En proceso de conversión al judaísmo ortodoxo, tardó más de 40 años en asomarse a la tierra prometida y proponer la dolarización de la economía argentina. Según el león libertario, si robar es delito, fotocopiar billetes para comprar bienes es una estafa estatal; y, si el billete es la unidad forzosa de intercambio, cuanto más se expande mayor es la inflación, un argumento irrebatible.

Concretamente: o el déficit fiscal y la desenfrenada inflación degluten hasta al león libertario o la Argentina cierra el caño y dolariza a Perón.

Javier González-Olaechea Franco PhD en Ciencia Política, graduado en la ENA e internacionalista