El crecimiento de la competencia comercial –aunque no solo– entre China y Estados Unidos avanza al ritmo de la expansión económica china y el creciente proteccionismo estadounidense, que posiblemente se incremente con la victoria de Donald Trump.
Sin embargo, el tenso vínculo entre los Estados Unidos y China no ha creado un mundo bipolar. Por el momento, China comercia con –e invierte en– todos los continentes, incluso en países como Estados Unidos, con altos aranceles. Y sí, el comercio entre ambos países continúa siendo muy poderoso.
No obstante, la inquietud es válida: América Latina, y en especial América del Sur, ¿está expuesta a ser partícipe o a verse directamente involucrada en la posible pugna entre las dos superpotencias? Hasta ahora, a pesar de la muy importante presencia comercial china en la región, Estados Unidos ha mantenido cautela y no ha desarrollado medidas que podrían ser consideradas como un “contraataque”.
Iniciativas como las del puerto de Chancay podrían movilizar sensibilidades del lado estadounidense y generar reacciones como el incremento de los aranceles a productos que pasen por Chancay y que luego ingresen a territorio estadounidense, algo que por el momento no pasa de ser una propuesta extraoficial. La construcción de un gran puerto en Chile con capitales estadounidenses también es, hoy por hoy, una proposición que habrá de ser evaluada con mayor rigor por los implicados, para sopesar su efectiva rentabilidad.
Mientras tanto, muestra de que las relaciones continúan fluidas es la adopción entre el Perú y Estados Unidos, en la misma semana en que se inauguró el puerto de Chancay, del importante convenio sobre un puerto espacial, en acuerdo con la NASA y con sede en Talara, que tiene como propósito principal la investigación y el desarrollo de tecnologías avanzadas.
El pragmatismo –o, incluso, la llamada “neutralidad activa”– debería seguir siendo la política de la Cancillería peruana y, en general, de los gobiernos de Latinoamérica ante la tirantez EE.UU.-China. Ideologizar las relaciones y, peor aún, las lealtades hacia una u otra potencia, sería un grave error. Todo esfuerzo de alineamiento basado en adhesiones ideológicas –como el del presidente de Argentina, Javier Milei, con Estados Unidos– no hará sino fomentar la bipolaridad y alentar divisiones entre los países de la región, con peligros tan indeseables como el riesgo de que surjan tensiones de cualquier calibre.