Luego del mal año que tuvimos en el 2023 en términos económicos, todos esperamos que este 2024 sea mejor. Al menos sabemos que la inflación –esa especie de “impuesto” que afecta más a los más pobres– se viene controlando y se proyecta que regrese al rango meta (entre 1% y 3% anual) en los próximos dos meses, de acuerdo con las estimaciones del ente emisor. Asimismo, suponemos que, luego de un mediocre crecimiento el año pasado, la tasa de crecimiento rebotará y veremos siquiera un incremento de alrededor del 3% de nuestro PBI. Sin embargo, si existe una variable económica que todos debemos seguir con detenimiento, esa es la inversión; en especial porque nos encontramos ad portas de un 2025 electoral, que suele generar incertidumbre y retrasar los distintos planes de negocio. ¿Pero por qué a ti, estimado lector, podría interesarte la inversión? Por alguna razón que no logro comprender, muchos ciudadanos consideran a la inversión como algo alejado y de interés solo de empresarios, gestores públicos y algunos analistas. Nada más distante de la realidad: la inversión es sinónimo de mejores oportunidades de trabajo y mejores servicios públicos para ti y tu familia. Vamos paso a paso para explicarlo mejor.
Primero, comencemos dándole una mirada a la inversión privada. Aquí conviene revisar unos puntos que me llaman enormemente la atención. Pareciese que muchos tienen una animadversión hacia la empresa privada. Esto es particularmente extraño en un país donde precisamente la iniciativa privada (llámese emprendimientos, microempresas o empresas a secas) moviliza a una gran proporción de la población. Movido por la necesidad o la inventiva, el peruano suele ser un emprendedor (mejor llamarlo empresario). ¿Cómo se puede entonces estar en contra de la iniciativa privada y, al mismo tiempo, regentar una bodega o un taller mecánico? Pues bien, según las proyecciones del Banco Central de Reserva (BCR), la inversión privada cerró en el 2023 con una caída de 7,3%, una de las más significativas en las últimas dos décadas, excluyendo la época de pandemia. Para este año se espera un crecimiento de apenas 1,8%, similar a los niveles registrados en el 2022, un período en el que la inversión no pasaba por su mejor momento. Y, como señalaba antes, este es justamente el año en el que debemos reactivar la inversión. Sin las adecuadas condiciones que brinden confianza y seguridad para invertir y hacer empresa, la inversión podría continuar estancada. Y aquí, por favor, no pensemos solo en las grandes inversiones –otro típico error que cometemos cuando pensamos en la inversión–, sino en esas decisiones que pequeños empresarios toman sobre si es un buen momento para ampliar o no su negocio. Cuando pensamos de esa manera, en escenarios en los que tú o tu vecino son los que están involucrados, la inversión se vuelve más cercana.
Y esta menor inversión, ¿cómo te afecta a ti? Pues, como es de esperarse, directamente a través de menores oportunidades de empleo. Esto es lo que justamente viene ocurriendo hoy en día con el empleo en nuestro país. Al tercer trimestre del 2023, la población ocupada del país estuvo 0,9 puntos porcentuales por debajo del mismo período del año anterior. O, dicho de otro modo, cerca de 157.000 personas más se encuentran sin trabajo. Para este año, dado el nivel de inversión y crecimiento proyectado, se estima que podrían crearse alrededor de 250.000 empleos en el país. No obstante, esto es insuficiente para absorber la cantidad de puestos de trabajo que se necesitan. Sin más inversión no podremos recuperar el terreno perdido.
Ahora pasemos a discutir sobre la inversión pública. Esta inversión es la que debería traducirse en servicios públicos de calidad (como seguridad, carreteras o agua potable) para todos nosotros. Y es este componente el que, de manera indirecta a través de las personas que elegimos, está de alguna forma bajo nuestro control. Aquí solemos exigir poco: en muchos casos, solo revisamos que al menos logren gastar el presupuesto de inversión asignado y ni siquiera llegamos a cuestionarnos si dicha inversión es de calidad. Ahora bien, según datos del BCR, la inversión pública por parte de los gobiernos subnacionales el año pasado, en términos reales, disminuyó un 8%. Esta caída se debe a que el 2023 fue el primer año de gestión de las autoridades subnacionales y dicho primer año de gestión suele caracterizarse por una mayor lentitud y una empinada curva de aprendizaje de las nuevas autoridades, lo que se refleja en una mucho menor ejecución. Este problema cíclico, por supuesto, es algo que podemos prever y que deberíamos buscar resolver. A la par de esta complicación, existen cerca de 2.300 obras paralizadas a nivel nacional, cuyo costo total de inversión se acerca a los S/27.000 millones. Además, según el Índice Regional de Gestión Pública del Consejo Privado de Competitividad, los gobiernos regionales y locales se demoran el doble de tiempo de lo planificado en otorgar la buena pro en proyectos de inversión. El próximo año se espera que la inversión pública experimente un crecimiento de 4%, mientras que la inversión pública relacionada a los gobiernos subnacionales lo haga en alrededor de 5%. Si se lograse destrabar diversos proyectos paralizados, podríamos incluso alcanzar mayores tasas, lo que debería implicar más servicios públicos para los peruanos.
Todos debemos prestarle más atención a lo que ocurre con la inversión, sea esta privada o pública. Y debemos hacerlo entendiendo que es algo que afecta nuestra calidad de vida y la capacidad de los peruanos para salir de la pobreza.