“Tuvo un buen gobierno, porque, luego de sortear algunas dificultades, consiguió enrumbar al país hacia la meta final de llegar a unas elecciones que fueron turbulentas, no por su gestión, sino por la gran polarización que se produjo entre dos corrientes irreconciliables”. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
“Tuvo un buen gobierno, porque, luego de sortear algunas dificultades, consiguió enrumbar al país hacia la meta final de llegar a unas elecciones que fueron turbulentas, no por su gestión, sino por la gran polarización que se produjo entre dos corrientes irreconciliables”. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
/ Víctor Aguilar Rúa

Un amigo me decía, medio en broma, medio en serio, que al Perú le convienen los gobiernos de corta duración. Esto ocurrió durante una conversación sobre los mejores gobiernos de este siglo. Al final, ambos llegamos a la conclusión de que fueron los de y . Ellos cumplieron con los dos principios que deben regir en toda administración: fueron éticos y eficientes.

Cumplieron al pie de la letra el mandato de la ley: gobernar transitoriamente para poner la casa en orden y, luego, convocar a elecciones generales.

Fueron transparentes y salieron de Palacio de Gobierno con un , como el de Sagasti (58%).

A los dos los traté con relativa frecuencia. Sobre Paniagua, un epónimo de Acción Popular y político brillante, ya he dicho muchas cosas. Su vida política fue honesta, ejemplar y más larga que la de Sagasti, que ingresó a los “torbellinos del poder” con mayor edad, además de con una brillante producción científica y técnica. Respecto de Paniagua, él también exhibió una importante producción histórica-jurídica.

A Paco lo conocí en la oficina de mi padre, cuando fue director del suplemento dominical de este Diario. Entré para entregarle un artículo y lo encontré conversando muy entusiasmado con un joven sobre ciencia y tecnología. Esto fue a mediados de los 80.

Paco fue muy amigo de mi padre y con frecuencia nos reuníamos para almorzar en distintos chifas, pues ambos, como buenos peruanos, somos ‘chiferos’.

Estas reuniones incrementaron nuestra amistad. En 1994, siendo Paco un intelectual de prestigio bien ganado, le pedí que presentara en el Colegio de Abogados el primer tomo de mi “Introducción a la ciencia política”. Allí, me dio un sano consejo: “debes ampliar más la parte sobre el periodismo y la libertad de expresión”. Tenía razón, pero, como se dice, en casa del herrero, cuchillos de palo.

La primera obra suya que leí fue “Democracia y buen gobierno”, un trabajo en coautoría con , Pepi Patrón y Nicolás Lynch. Entre muchas ideas, allí se dicen frases que recobran vigencia en la política actual, como esta: “El avance de un Perú que cuente con una sociedad civil organizada, una economía moderna y competitiva, y un Estado eficiente se dará con la confluencia e interacción de tres procesos: la democratización, la modernización productiva y la legitimación de las instituciones”. Así, los autores plantan un rumbo (a mi entender, correcto) que debemos seguir como sociedad. Esta obra fue publicada en 1995.

Lo vi por última vez en el 2010, durante una reunión que tuvimos sobre el Acuerdo Nacional en la que también participó Max Hernández.

Como dicen los griegos, cada uno tiene su ‘kairós’; es decir, su momento. Pasado un tiempo, Paco apareció como militante del y terminó en un lugar que –estoy seguro– ni él imaginó: presidente interino de la República.

Tuvo un buen gobierno, porque, luego de sortear algunas dificultades, consiguió enrumbar al país hacia la meta final de llegar a unas elecciones que fueron turbulentas, no por su gestión, sino por la gran polarización que se produjo entre dos corrientes irreconciliables en el contexto de un país dividido.

Sin duda, los historiadores del futuro dirán que, debido a su gestión y a su equipo ministerial, la administración de Francisco Sagasti les devolvió la vida a millones de peruanos gracias a un plan de vacunación masivo, transparente y eficiente. Muchos peruanos lo recordarán por esto. Porque le debemos la vida y porque, en pocos meses, demostró que en el Perú sí se puede gobernar por el bien común.