No debería sorprendernos mucho la aparición de personajes como Richard Swing en las altas esferas del poder. Si algo nos sobra en el Perú, son los saltimbanquis estrafalarios. Algunos venden Fuxion; y otros, liderazgo transformador sapiencial.
Tiene apellido de botella de whisky, pero desde el Gobierno no están chupando con su plata sino con la billetera del Estado. Uno se siente tentado a indagar quién podría consumir los brebajes motivacionales que prepara Richard, pero luego recordamos que hay gente que compra flores de Bach y se nos pasa.
Si nos damos una vuelta por Facebook o Instagram, quizá encontremos las explicaciones a las peculiares oferta y demanda de este mercado tan peregrino.
Y entonces nos damos con la sorpresa de que por cada delivery de productos de primera necesidad, encontramos seis webinars gratuitos. Si entras al séptimo, te llevas una mascarilla de los Avengers, de yapa, como el COVID-19.
Estos seminarios online vienen en tallas y colores. Desde “Cómo manejar el estrés laboral mientras el mundo se cae a pedazos” hasta “Técnicas de amarrado de zapatillas para indoor-running”. Conferencia que se respeta, además, cierra el título con “en tiempos del coronavirus”, sufijo insufrible del 2020, que ninguna gracia le hubiera hecho a García Márquez.
Por supuesto que hay ofertas serias y experimentadas. Con mucho ‘flow’ y poco ‘swing’. Pero las más llamativas son las de los flamantes peritos. PhD de 21 días, capacitados en tres podcasts y dos tutoriales en You Tube.
Los influencers tiemblan. Nunca enfrentaron tanta competencia. El smartphone ha llevado a cientos de entusiastas al estrellato. Si nos salió bien un queque, empezamos a dictar talleres de repostería. Si revisamos un protocolo entero del ministerio, ya podemos dar charlas sobre seguridad y salud en el teletrabajo. Leímos un post completito sobre el éxito marketero de la Palta Emocionada, y ahorita lanzamos nuestra consultora de branding político para la campaña presidencial del 2021. El humo es el límite.
Me encuentro con algunos colegas del mundo jurídico. Conquistadores del ciber-espacio, metiendo terror a sus potenciales clientes para granjearse unas cuantas consultas. Derramando cultura y lisura sobre la renegociación de contratos en supuestos de pandemia, regalando sabiduría sobre el marco legal del e-commerce y la transformación digital. Curioso. Hace unas semanas no sabían entrar a una videollamada. En fin, la hipocresía.
Sí hubo gente que adaptó su oficio o profesión, y se aventuró a maniobrar sus lanchas en aguas desconocidas. Sobrevivieron con aplomo y humildad, y los aplaudimos por ello. Pero otros se pusieron a contarnos lo bravo que está el mar desde la orilla. Por lo general, son aquellos que nos quieren hacer sentir mal si osamos salir de la cuarentena sin un nuevo aprendizaje. Charlatanes de redes sociales. Malearon la reinvención. Se inventaron un expertise que les resulta ajeno. A lo mejor lo vienen haciendo varias veces, y por eso usan el prefijo de repetición.
Al parecer hay una regla mística que aparece en épocas de crisis mundial: los malos se vuelven buenos, y los buenos, expertos. No habrá gimnasio abierto, pero qué bien les sale el ‘parkour’ intelectual a estos gurús.