Apelando a facultades legislativas, el Gobierno pretende permitir, entre otras cosas, que el mercado eléctrico regulado sea atendido mediante compras de energía por bloques horarios. Esto, con la finalidad de fomentar la incorporación de proyectos con energías renovables no convencionales –como es el caso de la energía solar y eólica– y así, en teoría, reducir las tarifas eléctricas de los usuarios regulados. Sin embargo, el Ejecutivo peca de inocente si espera que una ley que remueve barreras para la entrada de nueva generación con fuentes renovables resuelva el problema de los precios. Las energías renovables, al no poder garantizar su producción en las horas punta, llevarán a que el sistema pase a usar el diésel, como lo viene anticipando el Comité de Operación Económica del Sistema Interconectado Nacional (COES).
Los precios del mercado regulado, fijados por el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (Osinergmin), y derivados de licitaciones de largo plazo, son más estables que los precios del mercado libre. La razón es que estos últimos suelen ser contratados a plazos menores y, por lo tanto, reciben las señales del mercado spot de forma más directa. La contratación a largo plazo, característica del mercado regulado, hace que los precios que son trasladados a estos usuarios reflejen el contexto de precios de cuando se realiza la licitación. En el tiempo, y a partir de nuevas licitaciones, la energía del mercado regulado irá recibiendo la influencia de los precios del mercado en el corto plazo.
Ambos precios (del mercado regulado y del libre) derivan en última instancia del precio del mercado spot, cuya característica principal es ser muy volátil, tal y como quedó evidenciado el año pasado, dominado por el estrés hídrico que ocasionó El Niño. Actualmente, los precios del mercado spot se han normalizado y reflejan condiciones en las que existe presencia suficiente de generación hidroeléctrica y térmica a gas natural.
Sin embargo, esta generación eficiente se irá quedando corta para abastecer el crecimiento de la demanda, a tal punto de que el COES ha advertido que es posible que para el 2025 la presencia del uso del diésel se haga cada vez más recurrente. La mala noticia es que, con certeza, esto no podrá ser evitado con la incorporación de nueva generación renovable no convencional, pues la intermitencia de estas hace que su presencia no se pueda garantizar en los períodos de mayor requerimiento (las horas punta).
Es verdad que la entrada de nuevos actores y nuevas tecnologías renovables será positiva en tanto contribuye a reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Pero el solo hecho de permitir a las distribuidoras contratar horarios por bloques no asegura una reducción de tarifas, ya que los consumidores requieren la energía 24 horas los siete días de la semana, y la energía que haga falta para llenar el día completo deberá ser adquirida por separado.
Para conseguir tarifas competitivas en el largo plazo, la entrada de fuentes renovables debe ser complementada con generación eficiente que cuente con garantía de suministro en todo momento. Esto pone el foco en la necesidad de reimpulsar el desarrollo, por ejemplo, de la industria del gas natural, relegada a un segundo plano desde hace varios años.
Tenemos la oportunidad de aprovechar nuestros recursos naturales para una transición energética equilibrada. Para lograrlo, será fundamental conservar la seguridad en el suministro y mantener un regulador que promueva normas habilitantes para todas las tecnologías, sin forzar objetivos específicos. En la próxima edición de Perú Energía discutiremos cómo ordenar la política energética en la que se incorporen nuevas fuentes de energía sin comprometer la calidad del suministro, y cómo aprovechar mejor una fuente confiable como es el gas natural.