El presidente Martín Vizcarra enfrenta un nuevo proceso de vacancia. Lo hará por los sobornos que se le atribuye haber recibido por obras contratadas cuando era gobernador de Moquegua.
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/ OpiniónBasada en la interpretación y juicio de hechos y datos hechos por el autor.
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El presidente Martín Vizcarra enfrenta un nuevo proceso de vacancia. Lo hará por los sobornos que se le atribuye haber recibido por obras contratadas cuando era gobernador de Moquegua.
El Congreso puede declarar la vacancia de la presidencia. El artículo 113 de la Constitución habilita a los congresistas a declarar la “permanente incapacidad moral o física”, lo que ocasiona la vacancia del cargo.
Se trata, pues, de una declaratoria del Congreso. No es un juicio, ni hay un proceso de pruebas y contradicciones.
En los siglos XX y XXI, la “permanente incapacidad moral” ha sido, en realidad, una apreciación sobre la gravedad de alguna imputación.
Hay un elemento adicional: la opinión pública. Para todas estas vacancias ha habido un apoyo, o anuencia, inequívoco de la opinión pública.
En esta nueva moción no cabe hablar de apoyo o anuencia inequívocos de la opinión pública. Martín Vizcarra lo sabe, y por eso trata de enfrentar al Congreso con la población.
La estrategia le ha funcionado bien, hasta ahora. Este lunes, en el Congreso, no podrá poner ese énfasis. Si lo hace, se arriesga a una respuesta reactiva.
El actual Congreso no funciona de manera monolítica. Ni siquiera tiene una corriente principal. Sus votaciones son aglomeraciones de congresistas por causa de sus intereses (políticos y personales), más que de sus ideas.
Cabe esperar, por eso, que el lunes Vizcarra hable más de la gobernabilidad, de las elecciones, de la pandemia que de los testimonios y pruebas de sobornos por S/2,3 millones.
Ojalá diga por qué el exministro José Manuel Hernández sostiene que lo ayudó a cobrar un “saldo” de los sobornos. ¿Por qué alguien se autoinculparía de haber participado en un delito tan grave?
Ojalá diga por qué visitó, siendo gobernador regional, las oficinas de la empresa contratista. Ojalá diga si fue o no a una cena en casa de Hernández. Ahí –dice el testigo– se llenó los bolsillos del saco con billetes de la coima.
En los teléfonos de Hernández se puede corroborar las citas. Hay comunicaciones con el presidente de la empresa contratista. ¿Qué tendría que ver la constructora con el ministro de Agricultura?
Vizcarra era ministro de Transportes y Comunicaciones. La cena era, según Hernández, para saldar la deuda de la coima. Restablecía, de paso, la relación entre el presidente de una constructora y el ya flamante ministro de Transportes y Comunicaciones.
El presidente tiene derecho a defenderse de las imputaciones. Debe hacerlo, sin embargo, con la verdad.
Vizcarra ha eludido la verdad al hablar sobre su amistad con Hernández. También eludió la verdad al hablar sobre Antonio Camayo, involucrado en el caso de Los Cuellos Blancos del Puerto. Eludió la verdad sobre Richard ‘Swing’ Cisneros y evade las citaciones del fiscal que investiga.
El Congreso tendrá que evaluar también estas conductas. La opinión pública jugará un papel de contrapeso, pero este no es, tampoco, demasiado elástico.
Es probable que Vizcarra salve esta segunda comparecencia ante el Congreso. Por lo que se ve, sin embargo, vendrán nuevas revelaciones y, si sucede, nuevas mociones de vacancia.
Mientras más se conozca sobre estas denuncias, mayor erosión habrá en los balances que hay, por ahora, en el Congreso y en la opinión pública. Más cerca estará Vizcarra de interrumpir su mandato.
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