Cuando los chilenos ocuparon Lima, Manuel González Prada se encerró en su casa y estuvo encerrado casi tres años, o para decirlo precisamente, dos años, nueve meses y seis días. Declaró que lo hacía porque “no quería ver la figura insolente de los vencedores”. (Véase al respecto el cuarto capítulo del libro de Zanutelli, La Saga de los González Prada.)
Manuel Zanutelli Rosas critica ese encierro y debemos reconocer que su crítica es fundada y oportuna. Sin embargo, ¿por qué no citó Zanutelli la nota 17 de las “Impresiones de un reservista”? La nota 17 es una verdadera confesión de don Manuel y suficientemente explicativa de su actitud. Dice así:
“Vanidad, ineptitud y cobardía.”
A confesión de parte, relevo de prueba.
También se podría aducir, para explicar la actitud de don Manuel, la siguiente cita de Federico More:
“González Prada no actuó nunca: tenía miedo de que la acción lo pervirtiese. A pesar de ser tan artista, ignoró la belleza del pecado y sobre todo la belleza del peligro, de ese peligro que siempre nos rodea y nunca nos devora y que, por intempestivo y misterioso, es elemento artístico superior y estímulo vital de los primeros. González Prada se pasó la vida clamando contra la canalla. Jamás entró al templo donde los mercaderes trafican. Poeta empeñado en actuar de caudillo, desde la torre de marfil, atalaya olímpica que no sirve ni de palenque ni de tribuna.” ([F.M.], Andanzas de Federico More, 89.)
La reclusión voluntaria y prácticamente trienal de González Prada demuestra la equivocación de figurárnoslo enorme en todo. Fue cumbre, sí, pero también llanura. Fue espíritu selecto, pero la vida nunca es selecta. Y él lo sabía perfectamente.
Dice Zanutelli, caracterizando a González Prada, que “más allá del escritor brillante, del pensador luminoso y del poeta, hubo un González Prada común y corriente, en conflicto consigo mismo”. (Zanutelli, o.c., [39].)
Efectivamente, Zanutelli ha dado en el clavo: hubo un González Prada así, o mejor dicho, hubo varios. Y el primero que lo sabía era el propio don Manuel. En un texto concerniente a la identidad del individuo, se pregunta si existe la identidad individual, y dice:
“¿Identidad del individuo? Quimera: no poseemos un alma única, sino una serie de almas; no somos un hombre idéntico, sino muchos hombres sucesivos. En lo profundo de nuestro ser hemos visto nacer y morir muchas personalidades, todos representamos una larga cadena de individuos diversos y aun contradictorios.”
Esta cita es de suyo elocuente y me exime de todo comentario.