Twitter, la red social favorita de políticos y periodistas, puede ser informativa y entretenida pero también desagradable. Es el primer lugar donde se producen polémicas intensas, como la de los mandiles rosados de esta semana, donde se intercambian desde expresiones ingeniosas de los más perspicaces hasta groserías de los más violentos e intemperantes. Siempre dentro del límite de los 280 caracteres.
En Twitter hay una función que permite hacer “encuestas”. Son, en realidad, votaciones en las que participan los seguidores de quien organiza el sondeo y otros interesados, invitados a votar por el algoritmo de la red social. El algoritmo es muy selectivo: si uno está interesado en fútbol, lo invitarán a votar sobre esta materia (por ejemplo, @encuesta5futbol); y si está interesado en farándula, accederá a sondeos sobre ese mundo (por ejemplo, @famososactuales). Pero si solo le interesa la política, no recibirá ninguno de ellos. La función está claramente diseñada para entretener. No aspira a más.
La semana pasada, sin embargo, a una tuitera política que firma bajo el seudónimo de Mar Mounier (@elhigadodmarita) se le ocurrió preguntar: “¿Aprueba Ud. la gestión del presidente Martín Vizcarra?”. El resultado fue: “Sí” 20%, “No” 80%. Su encuesta tuvo 5.803 votos. Inmediatamente, Rafael Rey, director del BCR y conductor de un programa de televisión, escribió: “Miren. Han votado casi 6 mil. (En Twitter votan todos. Hasta troles pagados por el gobierno). Ni así Vizcarra pasa del 20% de aprobación. Y quieren que creamos las encuestas pagadas por la mermeprensa donde dicen que Vizcarra tiene aprobación de 58%. No jodan!”.
Con buen sentido de oportunidad, la comunicadora Patricia Gamarra (@patriciagamarra) le retrucó con otra encuesta: “¿Cree que Rafael Rey debería renunciar a la dirección del BCR?”. Y la respuesta fue aun más contundente: “Sí” 95%, “No” 5%. Su encuesta tuvo 9.382 votos. Hubo otras encuestas con preguntas más hirientes para Rey –que no vale la pena mencionar aquí– con resultados similares. Por si alguien pudiese tener alguna duda, quedó ampliamente demostrado que las encuestas de Twitter solo representan a quienes votan en ellas. Es absurdo tomarlas en serio. Además, solo el 15% de los ciudadanos peruanos tiene cuenta en Twitter y su perfil es muy poco representativo de las mayorías nacionales.
En cambio, quedó flotando la difamatoria afirmación de Rey de que las encuestas son pagadas por la “mermeprensa”. La “lógica” detrás de esa infame acusación es que, como la prensa recibe publicidad del Estado, encarga encuestas favorables al gobierno de turno. Puedo dar testimonio de que eso jamás ha ocurrido en mi larga relación con El Comercio –seis directores, algunos conservadores, otros liberales–, pero si siguiéramos su “lógica”, tendrían que explicar por qué entonces Vizcarra obtuvo en el referéndum de diciembre más apoyo que el que registraban las encuestas. Si las encuestas hubiesen estado inducidas para favorecerlo, el supuesto sesgo se habría descubierto con el referéndum.
Igual de difamatoria es la afirmación –desarrollada en el programa “Rey con Barba y Tudela”– de que las encuestas son favorables al gobierno porque tienen contratos con el Estado. La verdad es que, en todo el mundo democrático, las diferentes entidades públicas contratan encuestas. De acuerdo con la organización mundial de investigación Esomar, el 8% de la facturación de las empresas encuestadoras proviene del Estado. En el Perú esta proporción es de 7%, y en Ipsos Perú, de 6%. La razón es muy sencilla. En toda democracia que respeta a sus ciudadanos, se les consulta su opinión para diseñar políticas públicas y evaluar los servicios públicos que se les brinda.
Sostener que, porque el 10% de la inversión publicitaria o el 7% de la inversión en encuestas proviene de diferentes entidades públicas –incluido el BCR–, el gobierno está comprando apoyo de la prensa o una elevada aprobación presidencial es un despropósito. Es como sostener que porque Rafael Rey llegó al directorio del BCR con los votos de Fuerza Popular, entonces apoya las posiciones de ese partido porque les debe su sueldo.
El problema de que una persona instruida pero impulsiva como Rey haga afirmaciones ofensivas en las redes o en su programa es que tiene influencia. Consigue que otras personas menos educadas sostengan la sandez de que las encuestadoras están “bien aceitadas”. Twitter puede ser un espacio para afirmaciones radicales. Gregorio Santos, por ejemplo, considera que “Vizcarra representa la continuidad del neoliberalismo salvaje y mafioso”. Víctor Andrés Ponce, por el contrario, sostiene que “Vizcarra es un líder autoritario dependiente de los medios y las ONG marxistas”. Lo que Twitter no debe ser es un espacio para la ira, la difamación y la calumnia.
*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú.