El Gobierno está por cumplir el primero de los cinco años para los que fue electo. Sin embargo, su desempeño viene siendo tan deplorable que la mayoría de los ciudadanos –según las encuestas– y los expertos creen que no terminará el período presidencial.
En muy corto período de tiempo ha mostrado una falta de norte como gobierno. No se sabe bien qué busca para el país, más allá de frases y arengas vacías de contenido. Las expectativas empresariales no han tardado en entrar en terreno pesimista, tanto para la actividad económica como para la inversión y la contratación de personal.
La inoperancia. El presidente ha mostrado una especial habilidad para rodearse de muy malos ministros –salvo algunas excepciones– y ha tenido el récord de rotación de los mismos tal vez de toda la historia republicana en un primer año de gobierno. Ello viene llevando a un estancamiento en diversos aspectos de la administración pública, lo que implica costos elevados para las personas y las empresas.
La corrupción. El hecho de que la Fiscalía de la Nación haya abierto hasta ahora cinco procesos de investigación a un presidente en funciones también es inédito en la historia de nuestra democracia. ¿Cuántas se necesitan para señalar al mandatario por incapacidad moral? Si bien es cierto que la fiscalía no puede acusarlo penalmente, puede presentar sus resultados al Congreso.
Muchas personas del círculo más cercano a la presidencia están no habidas para la justicia. Existirían interferencias para la administración de justicia –el caso González–. Hay un alejamiento de la prensa para explicar todos estos hechos. Por su comportamiento y desfachatez, Pedro Castillo ha llevado la debilidad institucional peruana a otro nivel.
El Congreso, por su lado, no ha logrado como colectivo enfrentar este comportamiento del Ejecutivo. Salvo algunas correctas censuras de ministros, no ha ido más allá. Ni en el control político ni en mejores normas para una reforma política.
La economía peruana, por su parte, ha seguido mostrando su fortaleza y creciendo en este primer año de gobierno. Tanto por los buenos precios de nuestras exportaciones (algo que no estaría presente en este segundo año) como por el rebote de la recesión provocada por el COVID-19 y el ‘lockdown’ del año 2020.
Sin embargo, la economía no es ajena a la situación política. En verdad, nunca lo ha sido. Durante el 2021 se produjo la más grande salida de capitales de las que se tengan datos. Lo que se reflejó en un tipo de cambio de S/4,20 en medio de precios históricos del cobre.
Se abren cuatro escenarios para este segundo año de gobierno. Estar en el primero o en los otros tres dependerá de si existe y se filtra a la prensa un audio, video, foto o documento de algún acto flagrante de corrupción que involucre directamente al jefe del Estado y de la reacción ciudadana en las calles y plazas del país. Esta última es el factor clave para terminar en los otros escenarios. La constante de los primeros tres de ellos es que los congresistas se quieren quedar durante todo el período de gobierno.
Escenario 1. Castillo se queda. El Congreso no alcanza mayorías para cambiar la situación. Continúa la degradación institucional. La economía crece por debajo del 2%, malestar económico familiar.
Escenario 2. Boluarte. Castillo es vacado u otro mecanismo legal lo retira del poder. Asume la vicepresidenta. El Congreso se queda. La economía puede empeorar algo más o mejorar algo más. Boluarte es un número desconocido. Puede ser más radical que su predecesor o más inteligente.
Escenario 3. Asume el(la) presidente(a) del Congreso. Hay elecciones solo para la presidencia de la República para completar el período de gobierno. El Congreso se queda. La economía va mejor que con Castillo, pero no mucho mejor. En el tercer año del período presidencial habría un nuevo gobierno sin mayorías congresales. Ya dependerá de sus alianzas y sus objetivos de política para saber lo que ocurriría con la economía en el trienio.
Escenario 4. La calle ruge y se van todos. Elecciones generales. Nuevo período de cinco años. La economía va muy parecida a la del escenario tres, hasta que asuma el nuevo gobierno y el nuevo Congreso. Difícil que vuelva a ganar alguien de izquierdas. Dependerá del ganador que la economía se enrumbe y vuelva a ser una máquina que genere valor y el Estado pueda ser un mejor distribuidor de oportunidades, entre otras tareas imprescindibles.
Cualquiera de los cuatro escenarios se dará dentro de un mundo con bajo crecimiento o, tal vez, en una leve recesión. Por su parte, según la mayoría de los analistas internacionales, el crecimiento económico de los seis países más grandes de Latinoamérica será inferior en el 2023 que lo que se observaría en el 2022.