Nos gusta pensar lo contrario, pero lo cierto es que el poder de la prensa no radica en su independencia para informar al público sino en su capacidad para llegar directamente a él. Esto es así porque el poder no es de quien produce la información sino de quien mejor consigue distribuirla.
Históricamente, los medios libres han controlado la distribución de sus propios contenidos —por eso los llamamos “medios”—. Pero hoy, a la sombra de ese gigante llamado Facebook, han tenido que conceder que ese control —y ese poder— ya no les pertenece.
De ahí el acuerdo anunciado esta semana entre firmas como The New York Times, The Guardian, Spiegel y la red social. Agobiados por su menguante horizonte de ingresos y abrumados por los 1,400 millones de usuarios de la red de Mark Zuckerberg, estos medios, y otros más, han comenzado a ofrecer contenidos directamente en ella.
Si bien esta tendencia había sido ya advertida (dice el Pew Research Center que casi la mitad de americanos se informa a través de Facebook), la pregunta que hoy flota en el ambiente es si este acuerdo supone un nuevo capítulo en la historia del periodismo o si, como temen algunos, constituye su epílogo.
Uno de los temas que más preocupación genera es el de la desaparición del rol editorial que cumple la prensa. Al informarnos través de Facebook no accedemos a las noticias que selecciona un diario para sus lectores, sino solo a aquellas piezas individuales que llegan a nuestra página porque amigos nuestros las han compartido o porque el algoritmo secreto de la red considera que corresponde a nuestras preferencias.
Esto plantea serias interrogantes. ¿Ayudarán estos criterios a mantener un mínimo nivel de información en la ciudadanía o nos llevarán a niveles todavía más pobres? Ya que solemos pensar políticamente como muchos de nuestros amigos, ¿quedará nuestra selección de noticias demasiado influenciada por una sola forma de ver las cosas? ¿Contribuirá este sesgo a incrementar la polarización política en nuestra sociedad?
No son asuntos menores. Y sin embargo, como señala Trevor Trimm, director ejecutivo de Freedom of the Press Foundation, la pregunta más importante es cómo manejará Facebook el inmenso poder que ahora tiene para influenciar la información que recibimos.
¿Preferirá alimentar nuestro News Feed con noticias que hagan más “gratificante” la experiencia en la red? ¿Apoyará, como ha hecho en el pasado, los pedidos de censura de algunos gobiernos para no afectar su negocio en determinados territorios? ¿Consentirá opiniones críticas al cuasi monopolio informativo en el que se está convirtiendo?
Todo indica que los medios van dejando de serlo. Y que Facebook, ese espejo diseñado para mirarnos y para que nos miren, terminará siendo también la ventana que nos conecta al mundo. ¿Qué tanto se parecerá a la realidad el paisaje que encontremos al asomarnos? Sospecho que no más que nuestros perfiles de Facebook a nosotros mismos.