Focus group hogareño, por Pedro Suárez-Vértiz
Focus group hogareño, por Pedro Suárez-Vértiz
Pedro Suárez Vértiz

Les mandé un whatsapp a mis retoños: “Hijos: necesito que escriban algo sobre mí. Lo que se les ocurra. Es para Somos. Sin flojeras, por favor”. Y recibí esto:

Mariajosé, 22 años: “No hay nada ni nadie como mi papá. Cuando era chiquita y no podía dormir, me sacaba de la cama y me llevaba a pasear en su carrito negro con lunas polarizadas, escuchando River of Dreams, de Billy Joel; o Flaca, de Calamaro. Así me arrullaba. No hubo un solo día en el que mi papá no se despertara a preparar mi lonchera. A través de ellas conocí el mundo. Me mandaba panes ciabatta con jamón serrano, queso camembert, salame, anchoas o queso roquefort y una latita de caramelos Altoids de mandarina. Iba a dejarme al colegio en medias y sandalias. Moría de vergüenza, pero hoy me río y agradezco cada mañana con él en el auto, escuchando a The Beatles, Rolling Stones, Elton John y Bob Seger, entre otros. En mi primer año de universidad, luego de una fiesta, avisé que iba a dormir en casa de una amiga. Mi papá, paranoico como siempre, me estuvo llamando para ver si había llegado sana y salva. Pero mi celular estaba en modo silencio. Al llegar a la casa de mi amiga, vi que me había llamado 47 veces. Lo llamé inmediatamente y dijo: ‘He venido a recogerte. Baja ahorita’. Lo sentí molesto y me asusté. Bajé en pijama y medias; parecía un payaso. Cuando salí, vi a mi papá sonriente en la tándem (bicicleta para dos), diciéndome que quería pasear. Me llevó por todo Miraflores en pijama y despeinada. La gente nos miraba como si fuésemos de La Tarumba. Este loco que me ha tocado de papá no lo cambiaría por nada. Nunca. Jamás”.

Salvador, 18 años: “Mi papá es una persona sabia y culta. Sus tres hijos le preguntamos constantemente el porqué de las cosas. Él investiga y reflexiona para respondernos, así ya hayamos perdido el interés en el tema. He viajado con él numerosas veces para acompañarlo a sus conciertos. Nuestro destino favorito siempre fue la selva. Vivíamos una verdadera aventura padre e hijo. Lo mejor era que me lo pedía el mismo día. De chico siempre salíamos en bicicleta por Miraflores o el Olivar. Íbamos en la tándem y yo observaba todo mientras conversábamos. Al regresar, nos tirábamos por la bajada del sótano del edificio, dándole un divertido fin al paseo. Luego, para guardar la bicicleta, que pesaba un montón, mi papá gritaba porque decía que le daba más fuerzas y yo le decía que estaba loco, y empezaba a referirme a él como ‘loco’… ‘oye, loco, ¿hay que jugar?’. Siempre ponía buena música en el carro. Cuando ya estábamos por llegar, daba un par de vueltas a la manzana solo para terminar la canción. Mis gustos musicales nacen a partir de lo que escuchaba con él. Los domingos, cuando cenábamos, ponía música clásica. Hoy, cuando escucho Tchaikovsky, Chopin o Vivaldi, siento que es domingo. Siempre me enseña cosas acerca de la vida, el amor, la amistad y la familia, que, por más absurdas que suenen en el momento, terminan sirviéndome más de lo que pensé. Es por eso que siempre lo voy a ver no solo como padre, sino como mi mejor amigo”.

Tomás, 11 años: “Ser hijo de un padre famoso es algo que tiene sus virtudes y sus defectos. Yo soy el engreído de la familia; al que le compran todo por ser el menor y no salir a fiestas o reuniones como mis dos hermanos mayores, Salvador –que es un chico paja y loco– y la mejor del mundo, que es Majo. A los seis años, acostumbrado a que mi papá salga a cantar, decidimos ir a un concierto suyo en la playa San Antonio. Al final de cada canción, siempre interesado en mí, decía: ‘Esta va para Tomás’ o ‘Tomás, esta me hace acordar a ti’ o incluso ‘dónde está mi hijito Tomás’ y todos los fans que estaban cerca de mí me cargaban y gritaban mientras mi papá decía “A ver, una barra para mi Tomasito” y todos juntos cantaban y gritaban “Tooomás, Tooomás” y yo feliz de la vida. Pedro Suárez-Vértiz, gracias por ser mi padre”

Esta columna fue publicada el 18 de junio del 2016 en la revista Somos.