Alejandra Costa

La visita de a Nueva York ha sido un epítome interesante de la relación que sostiene el Gobierno con los distintos sectores de la población peruana: aplaudida por empresarios en el Foro de Inversiones de la Alianza del Pacífico, tratando de evitar las preguntas de la prensa local, nadando en generalidades en el discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, incomodada por manifestantes que le reclaman las decenas de ciudadanos muertos durante su gobierno y rodeada de ministros que fungen casi de guardaespaldas.

Es llamativo también el contraste entre el discurso de Boluarte como presidenta esta semana y el que sostuvo como vicepresidenta en el Foro Económico Mundial en Davos en mayo del 2022. Como si fuera otra persona, en esa oportunidad acusó a las mineras de incumplir acuerdos y contaminar cuencas, y defendió al gobierno de Pedro Castillo porque solo tenía “nueve mesecitos en el poder” y “estamos como bebes”, pese a que ya entonces se tenían indicios abundantes sobre la corrupción, inoperancia y hostilidad hacia las inversiones que habían campeado en esos “nueve mesecitos”.

De esa Dina Boluarte ya no queda, literalmente, ni el recuerdo, a juzgar por el aparente entusiasmo del sector empresarial en Nueva York. Una encuesta de Ipsos en julio, realizada por encargo de “Semana económica” a CEO de empresas locales, mostró que el 71% de ejecutivos aprobaba su gestión, en las antípodas de la desaprobación del 80% de la ciudadanía en el ámbito nacional que registra la última encuesta de Datum.

Parece que, en nombre de la promoción de las inversiones, todo se perdona, todo se olvida. Más o menos eso es lo que quiso decir el ministro de Comercio Exterior y Turismo, Juan Carlos Mathews, que justificó la resistencia de Boluarte a hablar con periodistas peruanos porque “algunos trapitos sucios hay que trabajarlos en casa”. El propio Mathews ha reconocido que “no fue la frase más feliz”, pero sí revela la tendencia del Gobierno a evadir responsabilidades respecto de su pasado reciente y, cuando hablamos de proyecciones económicas, a evitar plantear expectativas verosímiles hacia el futuro.

Si alguien decide invertir en el Perú, no lo va a hacer porque en un foro en Nueva York se intentó pintar un cuadro positivo del país. Lo hará si, después de hacer una concienzuda investigación, encuentra que existe un tratamiento coherente para las inversiones, trámites sencillos, proyecciones económicas positivas y, sobre todo, estabilidad política que le permita vaticinar una determinada rentabilidad en el futuro.

Lamentablemente, los “trapitos sucios” formados por los ataques a instituciones constitucionalmente autónomas como la Junta Nacional de Justicia (JNJ) por parte del Congreso, la incapacidad del Gobierno para construir algo de legitimidad ante la mayoría de los peruanos, su ineptitud para prevenir el efecto de los fenómenos climáticos y las paupérrimas perspectivas de la economía peruana no se están lavando en ninguna parte. Se están escondiendo debajo de la alfombra a la espera de que un golpe de suerte nos salve de un deterioro económico y político mucho más profundo.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.


Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura

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