Incertidumbre; por Alfredo Bullard
Incertidumbre; por Alfredo Bullard
Alfredo Bullard

Usted se levanta en medio de la noche con hambre. Va a la cocina, abre la refrigeradora y encuentra la comida de la noche anterior. No le costó mayor esfuerzo resolver su problema. Come y regresa a dormir.

Parece un hecho banal y poco significativo. Pero refleja la conjunción de una serie de elementos extraordinarios necesarios para que algo tan simple ocurra.

En la edad de las cavernas las personas que se levantaban con hambre en medio de la noche no tenían tanta suerte. No tenían una refrigeradora que les permitiera conservar su comida. Si guardaban restos del día anterior, posiblemente los animales o sus mismos compañeros se los comerían mientras dormían. Ni siquiera sabían, al levantarse, si cazarían un animal, encontrarían qué recolectar o pasarían hambre.

En el 2015 falleció Douglas North, uno de los premios Nobel de Economía más influyente de las últimas décadas. Su gran mérito fue explicarnos cómo los seres humanos lidiamos con la incertidumbre.

Como bien explica North, la reducción de la incertidumbre determina nuestro desarrollo. Conocer cuáles son las consecuencias de nuestros actos es el primer paso para que nos orientemos a mejorar nuestra forma de vivir. Y son las llamadas instituciones las que reducen esa incertidumbre.

En el ejemplo de la refrigeradora una serie de instituciones han hecho posible saciar el hambre sin mayor esfuerzo. Los derechos de propiedad nos permiten predecir que los demás no tomarán nuestra comida. Los contratos nos permiten adquirir refrigeradoras y comida para llenarlas. La tecnología, desarrollada en torno a una serie de instituciones, es otra manera de reducir la incertidumbre, permitiendo resolver problemas a bajo costo. Sabemos que gracias al frío de la refrigeradora y a las tecnologías de procesamiento de alimentos podemos obtener comida a bajo costo y mantenerla un buen tiempo conservada.

Imagine cualquier faceta de su vida y verá que las instituciones son las que explican cómo aseguramos cierto nivel de bienestar por medio de predecir –con limitaciones, es cierto– lo que nos va a pasar en el futuro.

Las instituciones son reglas de juego, creadas por mecanismos espontáneos de interacción y alimentadas por las ideas de las personas. Algunas son recogidas en leyes escritas, otras son simplemente producto de la cultura y los valores. En cualquier caso, necesitan de un mecanismo que haga cumplir esas reglas. Lo que nos diferencia de los animales es nuestra capacidad de crear instituciones y así reducir la incertidumbre. Mientras los animales lidian con ella por medio del instinto (desarrollado mediante el proceso evolutivo biológico), nosotros tenemos la capacidad de crear reglas de juego de manera consciente.

Escuchamos por todas partes que hay que mejorar las instituciones. En épocas electorales el lenguaje institucional se pone de moda, pero la idea de la institucionalidad no es realmente comprendida.

Los países con institucionalidad desarrollada tienen ciudadanos que enfrentan menor incertidumbre. Pueden salir a la calle sabiendo que es poco probable que los asalten. Saben que luego de una elección política no llegará un loco al poder. Y, si llegara uno, saben que las reglas contendrán sus locuras. Saben que la gente llegará puntual a las reuniones y que en general se respetará la palabra empeñada. Saben que un bus no cambiará intempestivamente de carril o un taxi no se detendrá en medio de la pista para recoger pasajeros. Son cosas sencillas, pero que tienen un alto impacto en nuestras vidas. La institucionalidad libera buena parte de nuestra energía de tener que lidiar con la incertidumbre y permite dedicarla a actividades realmente productivas y que nos generan bienestar.

En épocas electorales North nos enseña que es importante entender qué es la institucionalidad y si lo que nos ofrecen los candidatos es realmente reducir nuestra incertidumbre o, por el contrario, destruir aquellas instituciones que nos permiten vivir mejor.