En numerosas ocasiones el líder histórico del Partido Popular Cristiano (PPC), Luis Bedoya Reyes, repetía que “la política es el arte de lo posible”. Esta es una frase que algunos atribuyen a Aristóteles, otros a Maquiavelo, a Bismarck y no pocos a Churchill.
Independientemente de la verdadera autoría de la frase, la remembranza viene a tono a raíz de la actual crisis poselectoral y las recientes declaraciones de Keiko Fujimori y algunos de sus aliados en la causa por impedir el ascenso de Pedro Castillo al poder.
La ahora excandidata presidencial reiteró este lunes que “Perú Libre nos ha robado miles de votos” y mencionó que mantendrá los cuestionamientos al proceso electoral, pero que aceptará los resultados. También hizo un llamado a una “defensa democrática” para calificar de “ilegítima” la proclamación de Pedro Castillo.
Antes, una de las más dilectas discípulas de Bedoya Reyes, la otrora lideresa del PPC y hoy abogada de la excandidata presidencial Keiko Fujimori, Lourdes Flores Nano, comentó que “el señor Castillo puede ser que, en fin, seguramente sea proclamado presidente, pero bien ‘manchadito’ llega, bien dudosa su elección”, y que luego de la oficialización por parte del Jurado Nacional de Elecciones lo llamará “ciudadano proclamado presidente”.
Si bien reconocerán la decisión del máximo ente electoral, llama la atención el término “manchadito” empleado por Flores Nano para referirse al próximo gobernante, y que, además, provenga de una política con tan amplia trayectoria que ha librado grandes batallas a favor de la legalidad al no querer otorgarle el título que le corresponde tras ser ungido por el JNE: presidente electo del Perú para el periodo 2021-2026.
Como en política no hay casualidades y menos tratándose de una persona con una vasta experiencia en el quehacer de la oratoria, resulta difícil atribuirle un simple desliz en el empleo de las palabras. Al igual que ha sido su accionar político, todo indica que nos están anticipando lo que piensan hacer: no reconocer la autoridad del gobierno entrante después de su nombramiento oficial.
Para demostrar su negativa a cesar en esta especie de cruzada, Flores Nano ya presentó en forma personal ante el Poder Judicial un recurso de acción de amparo colectivo en contra del JNE por considerar que el máximo ente electoral ha “vulnerado los derechos fundamentales” en la segunda vuelta.
Por si no quedó claro, Álvaro Vargas Llosa respondió de manera enfática en la edición dominical de este Diario ante la pregunta sobre si Keiko Fujimori debería aceptar y acatar la proclamación de Castillo. “Si la proclamación se hace, creo que sí”, respondió el hijo del Premio Nobel de Literatura, añadiendo que “siendo el JNE la institución mandatada (sic) constitucionalmente para ello, desconocer los resultados podría abrir la puerta a un trauma constitucional. Dicho esto, si estuviera en los zapatos de Keiko, acataría los resultados y seguiría buscando la verdad”. Sin embargo, a reglón seguido, acotó que “lo que quiero, como demócrata, es estar convencido del resultado y aceptarlo”.
No existen entonces ambigüedades. La crisis poselectoral no amainará y Keiko Fujimori decidió, así como sus seguidores, cambiar de estrategia: ahora pondrán en tela de juicio los actos de gobierno, sean cuales sean.
En lugar de tratar de formar consensos mínimos que garanticen la gobernabilidad y que disipen sus temores a que Castillo conduzca al país al comunismo y el eventual ocaso democrático que tanto temen, parecen encaminados a tomar la nueva ruta de desdeñar la autoridad del nuevo gobierno después de que asuma.
Atrincherarse en esta narrativa no solo ya ha evitado una transición ordenada acorde a las agobiantes necesidades del país, sino que deriva en peligrosa para nuestra frágil democracia. Además, le ha permitido a Castillo postergar definiciones públicas acerca de qué tipo de gobierno ejercerá, quiénes serán sus colaboradores, qué medidas tomará en el combate a la pandemia o la crisis económica.
También le otorgará argumentos para culpar en el futuro a los opositores de sus desaciertos al impedirle prepararse adecuadamente para la asunción de mando, incluyendo la adopción eficaz de medidas ante una inminente tercera ola, la continuación de la campaña de vacunación, entre otras acciones que deberá adoptar con carácter de urgencia su gobierno que, de por sí, se avizora frágil. Asimismo, le dará patente de corso para negarse a dialogar con quienes lo desconocen como autoridad.
Resulta una incógnita a dónde conducirá todo esto. Lo cierto es que, parafraseando al contrario de lo que decía Bedoya, convertir a la política peruana en el arte de lo imposible nos está conduciendo rumbo al despeñadero y merecemos que nuestros políticos de todos los sectores nos otorguen mejores ejemplos de convivencia democrática por el bien del país. Mientras, solo nos queda cruzar los dedos para que, como dijo don Ricardo Palma, “¡Bendita seas, patria de valientes, y que el porvenir te reserve horas más felices que las que forman tu presente!”
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