Para el jefe del Gabinete, Aníbal Torres, la prensa es “corrupta” y “mercenaria”. Según él, los medios pueden injuriar, difamar y calumniar libremente “sin que sean sancionados” (“Rímac Llaqta”, canal de Youtube).
El Poder Judicial resuelve y muchas veces sanciona casos de injuria, difamación y calumnia. Si alguien es víctima de estos delitos, debe ir a este poder del Estado. Es lo que manda nuestro ordenamiento legal.
El señor Aníbal Torres quiere ir más lejos. Él cree que “la prensa en el Perú estupidiza a la persona”. El señor Torres no se quedará con los brazos cruzados.
Ya presentó el proyecto de ley para crear el “delito de difusión de información reservada en la investigación penal”.
La limitación no está dirigida directamente contra los medios. Es algo más sutil. Está dirigida a los que participan en una investigación penal y manejan información reservada.
El proyecto enviado al Congreso quiere dar pena de cárcel a los que revelen información reservada. Se incluye a los funcionarios, abogados o las partes que participan de una investigación penal. La sanción es mayor si se difunde “a través de los medios de comunicación social”. La ley actual habla de responsabilidad disciplinaria. El Gobierno quisiera cambiarlo a responsabilidad penal.
Si se hace ese cambio, una filtración dará paso a un proceso penal. O sea, tendría que hacerse una investigación fiscal, una acusación y un juicio oral.
La intención del Gobierno es amedrentar a las fuentes. También a los medios de comunicación y los periodistas. Podrían ser encausados como cómplices de un delito.
Parece que ese sería el ideal del presidente del Consejo de Ministros. Después de todo, él piensa que la prensa, especialmente la capitalina, “desinforma, descontextualiza la información”.
La autorregulación de los medios, opinó, “es como si yo dijera: ‘a los corruptos, no hay que dar leyes para ellos, que ellos se autorregulen’…”. Debería haber, agregó, “una legislación que ponga freno a eso”.
Los medios, dijo, “han adoptado el mecanismo que utilizó Mussolini en Italia, el fascismo; que utilizó Hitler en Alemania, el nazismo”. Utilizan, añadió, “la mentira como el mejor instrumento para destruir al adversario”.
La prensa, entonces, sería el otro “adversario”. Y usaría medios tan criminales como los de Hitler y Mussolini. Los nazis arremetieron contra la prensa de oposición hasta eliminarla. La acusaron de urdir mentiras, y la prohibieron.
Hitler y Mussolini eran gobierno. Tenían una prensa oficialista, sin oposición. ¿No es ese el sueño, más bien, del que acusa a la prensa de mentirosa y corrupta?
Si la prensa no hubiera accedido a sus fuentes, no sabríamos nada de los sobornos que recibió Juan Silva, exministro de Transportes y Comunicaciones.
Tampoco sabríamos que el propio Aníbal Torres se reunió con Bruno Pacheco, exsecretario general de Palacio de Gobierno. Fue de noche, en un automóvil, en una calle de San Borja. Se citaron después de que le detectaron a Pacheco US$20 mil en su despacho.
No sabríamos, además, que el presidente Castillo no hizo su tesis de maestría, sino que Pacheco se la habría comprado en un local de fotocopias, según sugiere lo afirmado por Karelim López.
Estos no son ataques, sino hechos ante los que deben responder las autoridades. Desprestigiar a la prensa es la opción de los que prefieren atacar antes que responder