"Otros estudiosos de la generación de Kato también prosiguen, más allá de las clases universitarias, en su interés sobre temas nacionales". (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
"Otros estudiosos de la generación de Kato también prosiguen, más allá de las clases universitarias, en su interés sobre temas nacionales". (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
Luis Millones

El miércoles de la semana pasada asistí como comentarista a la presentación de una nueva colaboración entre peruanos y japoneses, plasmada en forma de libro. Esta vez los autores dedicaron su esfuerzo a poner en evidencia la existencia y logros de la Asociación Pro Indígena, que floreció en nuestra patria a principios del siglo XX.

No es la primera vez que Takahiro Kato forma parte de un equipo dedicado a la sobre las ciencias sociales peruanas, son ya veinte o más años que llegó a Lima, trayendo consigo su reciente doctorado en Antropología Social de la Universidad Iberoamericana de México, hablando ya un español fluido y manejando bibliografía latinoamericana con total familiaridad. Lo que no esperaba es que su maestro, el Dr. Hiroyasu Tomoeda, lo iba a dedicar a investigar en el . Kato no tuvo problemas en el proceso de reacomodar sus fuentes de investigación y reorientar su vocación de trabajo de campo. El éxito de sus esfuerzos se hizo notorio muy pronto, especialmente a través del análisis del culto cusqueño, aún visible en nuestros días, al que se conoce como Niño Compadrito.

Ahora Kato forma parte del grupo de estudiosos japoneses más experimentados en territorio peruano. Cumplido su compromiso con el libro mencionado, regresará a dar clases a la Universidad de Kansai Gaidai (Universidad de Estudios Extranjeros) en la ciudad de Hirakata, en la provincia de Osaka. La mencionada provincia (en su ciudad capital, que también se llama Osaka) alberga al Museo Nacional de Etnología de , que tiene en su plantel a varios estudiosos del Perú. Entre los que no podemos dejar de mencionar se encuentra el Dr. Yuji Seki, especialista en el Período Formativo de los Andes, que no hace mucho hiciera noticia al dar a conocer a la Dama de Pacopampa, restos humanos identificados como una mujer de la nobleza, con capacidad de gobierno en su región. Seki es, además, uno de los funcionarios importantes del museo.

Otros estudiosos de la generación de Kato también prosiguen, más allá de las clases universitarias, en su interés sobre temas nacionales. Es así como el Dr. Shuzo Manabe nos hizo llegar, apenas hace pocos días, un cuidadoso artículo sobre una nueva interpretación sobre el ritual mesiánico del Taki Onqoy, que irrumpiera en la historia colonial en 1565, cuando el sacerdote español Cristóbal de Albornoz dio noticia de su existencia calificándolo como idolatría.

Manabe nos propone que existe una relación entre el trabajo en las minas de azogue y la contaminación acelerada que sufrieron quienes estuvieron expuestos a ella, lo que produciría los efectos de movimientos y pérdida de la realidad, tal como fue percibido el Taki Onqoy (‘enfermedad del canto’) por los españoles.

Investigadores más jóvenes como Natsuki Uehara, de la Universidad de Meio, Okinawa, ha colaborado de manera aún más estrecha con los estudiosos nacionales, escribiendo un interesante capítulo sobre las semejanzas y diferencias entre el ‘quipu’ (‘atadura, nudo’) de los Andes y el ‘warazan’ (‘paja enlazada’) de Okinawa. Nos estamos refiriendo a dos sistemas de cordones y fibras vegetales ligados a la contabilidad y con la posibilidad de transmitir mensajes, que las dos sociedades usaron con propósitos muy parecidos. La profesora Uehara, además de escribir el texto en excelente español, ha proporcionado las ilustraciones que permiten una comparación sorprendente con los quipus del Perú. El libro con este material está listo para ir a la imprenta.

Igualmente de la misma generación, no podemos dejar a de mencionar a Toritsuka Ayuchi, también de la Universidad de Kansai Gaidai, que investiga la situación social y características administrativas de la comunidad de Huaylla Huaylla (distrito de Livitaca, provincia de Chumbivilcas, departamento de Cusco), a más de 4.000 metros de altura, habiendo logrado la confianza y aprecio de los pobladores. Su tesis doctoral será un aporte necesitado en los estudios de antropología de la región.

Esta sumaria mención de algunos de los investigadores de Japón en el Perú no podría dejar de señalar la continua presencia de Yoshio Onuki, miembro de la primera generación de investigadores que llegó al Perú en los años 60. Su trabajo en Kuntur Wasi es una de las demostraciones más patentes de afecto y dedicación a nuestro país. Más aún, él y su esposa, la señora Teresa, han establecido un segundo hogar muy cerca del centro arqueológico que lo llevó a la fama, y regresan, cada año, a establecerse por unos meses para participar en las reuniones de la especialidad con colegas peruanos y alentar a nuevos investigadores y visitantes, siempre ansiosos de contemplar tan impresionantes restos arqueológicos.

Lo interesante de esta permanente dedicación de los estudiosos japoneses al Perú es la actitud de discreción y modestia de su comportamiento, muy ajena a las ansias publicitarias de otros intelectuales, que también nos llegan del exterior. No puede extrañarnos la respuesta de afecto que le brinda la intelectualidad peruana.