En su mensaje en el Parlamento, el presidentr Vizcarra pidió poner fin a la política de odio y confrontación. (Foto: Reuters)
En su mensaje en el Parlamento, el presidentr Vizcarra pidió poner fin a la política de odio y confrontación. (Foto: Reuters)
Federico Salazar

ha planteado, en su mensaje al Congreso, una “refundación institucional”. Aunque necesaria y fundamental, no creemos que le sea posible hacerla de verdad.

El país no puede salir de la crisis sin un cambio de raíz en sus instituciones. Un cambio de tal magnitud, sin embargo, no se puede elaborar en días. Ni siquiera, en meses.

La seguridad ciudadana es un buen ejemplo. Se puede cambiar el ritmo y mejorar la eficacia de las acciones policiales. ¿Y la reforma de la Policía Nacional? ¿Y la reforma del sistema penitenciario?

La deficiencia en seguridad no se limita a la policía y al orden carcelario. Los mismos problemas, limitaciones y nudos burocráticos se encuentran en la fiscalía y el Poder Judicial.

¿En cuánto tiempo se puede estudiar el problema, realizar un diagnóstico y plantear un plan de acción de largo plazo?

¿En cuánto tiempo se puede plantear una profunda reforma del derecho penal peruano? Hay que rehacer el sistema de penas en función de la nueva realidad criminal. Pero no solo hay que cambiar las penas; sobre todo, hay que rehacer los criterios.

Los criterios de policías, fiscales y jueces son, muchas veces, laxos y concesivos. No hay un seguimiento de antecedentes de robos menores, por ejemplo. Por ello, sueltan a los robacelulares y los raqueteros regresan rápidamente a las calles, a seguir delinquiendo.

Cuando un juez dicta comparecencia simple o arresto domiciliario a un delincuente extremo, nada en el sistema le hace asumir responsabilidad por la ligereza. ¿Y sorprende que vuelvan a delinquir?

¿Cuál es el sistema que nos permite exigir responsabilidad al funcionario sin erosionar su independencia y autonomía? ¿Cómo plantear una reforma no del Poder Judicial sino del sistema de justicia en el Perú? ¿Y en cuánto tiempo?

¿Cómo elaborar en días o incluso meses un nuevo diseño normativo para conectar la responsabilidad de los funcionarios de las distintas instancias?

Esta conexión requiere de un fundamento institucional. Ahora contamos con la colaboración ocasional de algunos fiscales y jueces con la policía. En el caso de las megaoperaciones contra traficantes de terrenos eso ha probado ser eficaz.

Hay que extender, sin embargo, el ámbito de la función de autoridad más allá de la buena voluntad. Esa extensión hay que convertirla en institución.

Otro ejemplo es la corrupción vinculada a campañas electorales. No se enfrentará bien sin un replanteamiento de las ideas de las que parte la reforma electoral.

El manejo de fondos de financiamiento no solo reclama mano dura con la corrupción. Reclama, sobre todo, transparencia en los mecanismos. Eso no se facilita en el actual sistema electoral, basado en tramitología y requisitos de menudencia.

No debe ser fácil rehacer el sistema de salud, tampoco. Se puede mejorar mucho la atención, pero hay un déficit real de hospitales, de medicinas, de médicos. Y también hay un problema de burocratización en los trámites, pero, peor, del alma de muchos servidores de salud.

No creemos que todo ello se pueda reformular sin hacer estudios de caso y estudios del sistema. Lamentablemente, el tiempo no alcanzará.

A todo ello hay que sumar la urgencia que hay de ordenar las finanzas públicas. La administración Kuczynski ha sido un desastre en este tema.

La deuda pública externa ha seguido subiendo, junto con el déficit fiscal. La recaudación apenas se recupera de la sensible caída del 2017. Los gastos corrientes subieron el año pasado más que ningún otro, en casi un 20%.

Si se requiere mejorar el gasto en educación, en salud, en seguridad ciudadana, ¿de dónde saldrán los fondos? La única salida sana pasa por bajar el déficit, reduciendo el gasto público.

La necesidad de mejorar la seguridad, la salud, la educación llevarán a gastar más en esas áreas. Solo queda balancear ese mayor gasto con el menor gasto en otras áreas. Esta es la herencia de Kuczynski.

Al nuevo presidente le queda atender las urgencias con estas limitaciones. Puede y debe, en paralelo, iniciar la gran reforma institucional que el Perú necesita.

No hay que excedernos en las expectativas y hay que saber, desde el inicio, cuál es el punto de partida.