El ministro descalificado, por Gino Costa
El ministro descalificado, por Gino Costa
Redacción EC

¿O se escapó a Bolivia o, lo que es más probable, se fue con su ayuda? En cualquier caso, el gobierno quedó muy mal, especialmente su , quien había dicho que estaba obsesionado con detenerlo. Tan obsesionado, que culpó al suspendido fiscal Ramos Heredia de frustrar su captura en Bolivia, cosa que como supimos después no estaba a punto de ocurrir ni hubiera sido posible. 

Arrinconado, el ministro montó un psicosocial de grandes proporciones, que es lo que sabe hacer. Aunque ya antes había recurrido al Twitter para insultar y denigrar a sus críticos en los medios, esta vez –siguiendo el ejemplo del ministro Cateriano– decidió atacar a los dos principales líderes de la oposición con el mismo lenguaje bajo y vil que lo caracteriza, aunque esta vez se pasó de la raya. 

Prominentes figuras del gobierno tomaron distancia. El ministro tuvo que pedir perdón a varias damas, grosera e injustamente agraviadas. Y un grupo de personalidades encabezado por Javier Pérez de Cuéllar manifestó su preocupación por expresiones que, en su opinión, constituyen una falta de respeto a la ciudadanía, envilecen el debate político y menoscaban la democracia peruana.

Afortunadamente, un sector importante concuerda con esta apreciación, según la última encuesta nacional urbana de El Comercio-Ipsos. Aunque solo la mitad de la opinión pública está al tanto de los agresivos tuits de Urresti, el 71% de los que sí lo están los considera inaceptables. Probablemente, ello explique la caída de su aprobación del 46% al 41% y el incremento de su desaprobación del 39% al 49%. Buena indicación de que una mayoría no se siente ni chusca ni chabacana, como cree el presidente Humala.

La semana pasada también fue escenario de otro psicosocial con objetivos más personales, digamos. Como se sabe, el ministro está penalmente procesado, con comparecencia restringida y no puede salir del país sin autorización del juez. El fiscal Luis Landa tiene su caso hace siete meses y se pronunciará en cualquier momento. Si formula acusación, Urresti va al banquillo de los acusados por el asesinato del periodista Hugo Bustíos.

Nadie, pues, más interesado que el ministro en revivir la amenaza terrorista. De otra manera no se explica la decisión de su procurador de denunciar por apología a los responsables de la obra teatral “La cautiva”, curiosamente dos meses después de haber terminado su puesta en escena. Felizmente, gracias a la oposición a tan descabellada medida, la iniciativa fue abandonada, no sin antes haber contribuido a la creación artificial de un clima de temor.

En tanto, el crimen sigue avanzando sin que el ministro encuentre el tiempo y la brújula para implementar políticas eficaces, y no efectistas, de seguridad ciudadana. Su permanencia en Interior no está produciendo los cambios ni los resultados necesarios y representa un claro peligro para la convivencia democrática. ¿Lo sacará el presidente, lo censurará el Congreso o se hará cargo de él la justicia?