Hay mucha preocupación por la excarcelación de algunos terroristas al cumplir su condena, pero pocos se han alarmado porque pareciera que Vladimiro Montesinos ha vuelto a hacer de las suyas en varios ámbitos. Aunque no en persona, por lo menos sus perversos métodos y las nefastas consecuencias que acarrean están otra vez en acción, aplicados por sus discípulos e imitadores.
Concretamente, la pareja presidencial estaría promoviendo cambios irregulares en la cúpula del Ejército para posibilitar que un número desproporcionado de compañeros de promoción del presidente Ollanta Humala ascienda a general de división y ocupe los principales puestos de mando en el Ejército.
El general (r) Otto Guibovich, ex comandante general del Ejército, ha denunciado en estas páginas la gravísima amenaza para la institucionalidad de las Fuerzas Armadas y la estabilidad política que se produciría de realizarse esta maniobra, calcada de la que en su momento perpetró Montesinos (“nos recuerdan la década de 1990”), al ascender a un número descomunal de los compañeros de promoción del presidente para copar los cargos superiores de la institución. La otra afinidad significativa que señala Guibovich es la del arma a la que pertenece Humala –artillería, la misma de Montesinos– que también es motivo de preferencias y favores indebidos.
No solo eso. Lo mismo ha ocurrido con la promoción de Antauro Humala, que también ha sido ayudada con un trato especialmente beneficioso. Con conocimiento de causa, Guibovich precisa: “De ocho promociones con generales de brigada hoy, las dos [de Ollanta y Antauro] acaparan más del 50%. Hay, sin duda, un manejo preferencial y tóxico”. (24/9/15).
Antes se sospechaba que Nadine Heredia controlaba y dirigía de manera ilegal e ilegítima gran parte del gobierno, pero se suponía que Ollanta mandaba en Interior y Defensa. Últimas informaciones indican que ella tiene también un papel decisivo en esos sectores. Como precisa Guibovich: “Hoy algunos se jactan de que ascenderán ‘sí o sí’ por el ‘atributo potente’ que la esposa es prima de tal dama”.
Hace poco el general (r) Leonardo Longa reveló que el todopoderoso viceministro de Defensa Iván Vega “reporta a Nadine Heredia” (“Hildebrandt en sus trece”, 4/9/15). Longa también reafirma lo que se sospechaba, que Vega –que antes fue viceministro del Interior– pone y quita a los mandos militares y policiales y detenta un poder mayor al de los ministros.
Para posibilitar el ascenso irregular de los incondicionales, el gobierno ha modificado las normas legales y ha pasado a retiro antes de tiempo a oficiales capaces, que no se prestaban al juego político de la pareja presidencial.
El asunto es ¿para qué demuelen “la institucionalidad y comprometen el futuro” del Ejército como denuncia Guibovich?
En los últimos días, Juan José Garrido ha esbozado en varios artículos en “Perú 21”, basándose en fuentes castrenses, una posibilidad: “Existen intenciones de quebrar el sistema institucional”, “dar un golpe militar”. Garrido afirma que hay varios grupos en ese peligroso juego, pero que incluso el propio presidente de la República ha insinuado esa posibilidad en reuniones con sus compañeros de promoción. Como sugiere el título del artículo de Guibovich: “El golpe no enseña”, recordando que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Naturalmente esa contingencia parece descabellada para cualquier persona sensata, pero hay que tener en cuenta varias cosas. Uno: eran absurdos los levantamientos de Locumba en el 2000 y Andahuaylas en el 2005, pero ocurrieron y su protagonista –Ollanta– y la impulsora, Nadine, se vieron inmensamente beneficiados por esos sucesos. Dos: quedaron indemnes desde el punto de vista legal, a pesar de que Ollanta cometió delitos. Tres: están acorralados por las denuncias de corrupción, las conocidas y las que se sabrán más adelante. (¿Alguien cree que si se comportaron como se percibe ahora, antes de llegar al poder, estando en el gobierno han actuado honrada y honestamente?)
En suma, a este par de aventureros audaces les ha ido muy bien hasta ahora. Esa es su experiencia. Obnubilados por el poder y el miedo podrían realizar acciones insensatas, una huida hacia adelante, que muy probablemente fracasaría, pero que causaría serios daños a nuestra precaria institucionalidad.
Hay que observar con atención lo que sucede en las Fuerzas Armadas en el futuro inmediato, en particular la definición de ascensos y designación de cargos.