Ian Vásquez

“Es una brisa de aire fresco para un país que ha sufrido tanto en los últimos años”. Así calificó Félix Maradiaga el triunfo la semana pasada de la nicaragüense Sheynnis Palacios en el concurso de 2023.

Maradiaga lo sabe bien. Fue candidato presidencial en el 2021, por lo que fue encarcelado y, luego de más de un año y medio de estar preso, desterrado. Él y buena parte del pueblo nicaragüense dentro y fuera de reconocen que la coronación de Palacios representa mucho más que ganar un concurso de belleza.

Lo comprobó el hecho de que no demoró mucho para que las celebraciones espontáneas en las calles del país y en las redes sociales fueran interpretadas por la dictadura de Daniel Ortega como una amenaza. La primera dama y vicepresidenta Rosario Murillo las denunció como un intento de “golpismo destructivo”.

Sucede que la victoria de Palacios no solo logró unificar a un país fracturado por la dictadura. La oposición al régimen –léase el pueblo– se identificó con Palacios al conocer que ella participó en las protestas masivas del 2018. Las autoridades y sus cómplices reprimieron esas manifestaciones, “matando al menos a 328 personas, hiriendo a unas 2.000 y deteniendo a centenares […]. Muchos manifestantes permanecieron detenidos durante meses y fueron sometidos a tortura y otros malos tratos, como descargas eléctricas, fuertes palizas, arrancamiento de uñas, asfixia y violación”, según Human Rights Watch.

La situación solo ha empeorado desde entonces. Tal como denunció Naciones Unidas en un reporte este año, el régimen “está cometiendo violaciones generalizadas de derechos humanos que constituyen crímenes de lesa humanidad”. La dictadura ha exiliado a cientos de ciudadanos y los ha despojado de su ciudadanía; ha cerrado miles de ONG y docenas de medios y universidades. En el “Índice de libertad humana”, Nicaragua ocupa el lugar 123 de 165 países. Cuando Ortega tomó el poder en el 2007, se ubicaba en la posición 72.

Tiene razón Maradiaga cuando dice que Sheynnis encarna el espíritu y la odisea del pueblo. Su origen es humilde y egresó de una universidad cerrada por el régimen. Es evidente que aspira a un país moderno y próspero.

Lo más llamativo fue la respuesta de Sheynnis, que parece haberle asegurado la victoria. Cuando le preguntaron quién sería la mujer en cuyos zapatos le gustaría pasar un año, ella contestó: Mary Wollstonecraft, por su lucha feminista.

¿Quién fue Wollstonecraft? Vivió en la segunda mitad del siglo XVIII y fue una autora inglesa que escribió “La reivindicación de los derechos de la mujer”, considerado texto fundacional del feminismo. Wollstonecraft abogaba por una igualdad de derechos y libertades entre los hombres y las mujeres. Decía que las mujeres no eran inferiores, que eran seres racionales y merecían la misma educación y oportunidades que los hombres. Para su tiempo, fue una radical.

Wollstonecraft era una pensadora de la Ilustración. Su círculo incluía a destacados liberales como Thomas Paine y William Godwin. Se oponía a la esclavitud y creía en el uso de la razón y en la libertad del individuo. Era una enemiga de la monarquía, que ella consideraba una forma de tiranía.

Wollstonecraft era mucho más que una feminista; era una liberal que quería limitar el poder del Estado y promover valores que consideraba universales. Por lo tanto, la respuesta de la nueva Miss Universo parece bastante astuta (lo aprecien los nicaragüenses plenamente o no).

En todo caso, tanto para el pueblo de Nicaragua como para el régimen –que ha censurado la imagen de Palacios cuando se intentó pintarla en una mural– Miss Universo se ha convertido en un símbolo de libertad.

Ian Vásquez es Instituto Cato