El Niño, el hombre, el diván, el tiempo, por Josefina Barrón
El Niño, el hombre, el diván, el tiempo, por Josefina Barrón
Redacción EC

Pizarro estaba en nada cuando fundó la capital del Virreinato en Lima. Pero claro, no dejábamos estelas de CO2 en el aire enrarecido de la ciudad, que no era ciudad sino un valle, sin autos ni camiones ni industria ni combustible ni chimeneas ni desodorantes en spray. Es más, no había desodorantes, solo canaletas por donde discurría el agua, sucia o limpia, y los gallinazos empezaron a gobernar las calles que hoy son avenidas. Era verano cuando llegó el conquistador y el sol brillaba por su presencia.
 
Piura y hace colapsar la ciudad entera, hasta que la sequía agosta los ríos de la sierra central y nos quedamos sin energía hidroeléctrica, ergo sin luz. ¿Sabes que muchos de los apagones del 92 no fueron por causa de Sendero sino por la falta de agua en los ríos que alimentaban las centrales hidroeléctricas que abastecen Lima y provincias? Fue un Niño bíblico.
 
Levy ha avistado venados en Bayóvar, ha buceado en la laguna de La Niña. No tocó fondo ni en ese mar en medio del desierto ni en el camino incierto de la vida porque la meteorología siempre lo ayudó a ser constante para errar menos, a encontrar un, mejor aun, su norte aunque a millones de años luz. ¿Ves? y me muestra el teléfono, su cómplice y amigo teléfono, el que le ofrece las imágenes satelitales que la NOAA de Estados Unidos regala al mundo cada pocos minutos. Hace diecisiete años que mira este servicio todos los días. Este y muchas otras fuentes de información alimentan sus horas de vuelo. Quizás por eso tiene 50.000 seguidores en el Twitter. Es el Hombre del Tiempo.
 
Además de los fenómenos climáticos, lo que destruye, devasta, es la ignorancia. La costumbre, me temo cultura de la no prevención. Si algo hizo grandes a los sacerdotes de Chavín de Huántar fue la observación de los astros, el conocimiento de los ciclos de la naturaleza, el comportamiento de las aguas, los indicios de la llegada de un desastre natural, castigo de dioses que debía ser aplacado. La meteorología es la madre de todas las ciencias, afirma Levy. Para mí es como la psicología, agrega. Cuando un paciente está recostado en el diván y empieza a hablar, el analista ya intuye cómo son sus patrones de conducta. Es lo mismo con el clima. Veo diez segundos una imagen satelital del Perú y puedo saber lo que pasará al día siguiente. Este año es un año catastrófico para la anchoveta. Mira, y me enseña su teléfono. Le acaba de escribir un viejo amigo ‘trader’ de harina de pescado, peruano-norteamericano. El correo está en inglés. En el asunto: Regards from Chimbote. Dice nunca haber visto Chimbote en cero como está ahora; no hay absolutamente nada de pesca industrial o de conservería. Un trabajador le dijo a este ‘trader’ que antes Chimbote olía a dólares. Ahora huele a pobreza. Have a nice weekend, se despide el amigo. Así es , pues. Terrible.“Además de los fenómenos climáticos, lo que destruye, devasta, es la ignorancia. La costumbre, me temo cultura de la no prevención”.