Parece que hubiera transcurrido un lustro, pero todavía no hemos cumplido un mes desde que se inició la gestión de Pedro Castillo. Y es que, en apenas tres semanas, el Ejecutivo ha hecho lo que ningún otro gobierno hizo en años. El problema es que ninguno de los eventos por los que hoy se recordaría a la administración del profesor van en la dirección correcta.
En resumen, desde el 28 de julio, Perú Libre llevó al dólar por encima de los S/4,10, nombró y renunció a un ministro que creía que Sendero Luminoso era obra de la Marina y de la CIA, colocó a viceministros y directivos cuestionados que duraron menos de dos días en el cargo, despachó en secreto y repartió puestos públicos a personas sin méritos conocidos, pero con carnet partidario. Esto, solo para hacer un listado corto de lo ocurrido.
En el medio de todo, además, representantes del Gobierno se dedicaron a despotricar contra la libertad de prensa, la Constitución y los contratos de algunas empresas privadas. Y como para dejar sus prioridades claras, el jefe del Estado canceló una reunión con el presidente del Banco Central de Reserva (BCR) para juntarse con el excongresista Virgilio Acuña en el mismo horario en el que había citado al funcionario que todavía discute su permanencia.
Ahora, es justo decir que el huaico de inestabilidad no cae a la misma velocidad en todos los frentes, pero lo que contadas excepciones han buscado hacer con una mano, Perú Libre ha desarmado con la otra. Para muestra, bastó con que el ministro de Economía, Pedro Francke, dijera que establecer un control de precios estaba “completamente descartado” para que desde la bancada oficialista presentaran un proyecto de ley buscando exactamente lo contrario.
Para justificar tremendo desplante, el primer ministro, Guido Bellido, improvisó una declaración en respaldo al ministro Francke y señaló que la medida de sus compañeros legisladores no era pertinente “en este momento”. Lo que también demostró con sus palabras, sin embargo, fue la absoluta desconexión que existe entre la bancada de Perú Libre y el Ejecutivo.
Con todo esto, no es raro que la inversión privada esté apagándose tan rápido como el capital político de Castillo, ni que diversos especialistas estimen que el crecimiento del próximo año podría llegar a 0%. Lo grave, más bien, es que desde Palacio no parecen entender qué está pasando.
Y es que, a ojos del Gobierno, la culpa es de todos menos suya. Ante la subida de precios por el alza del dólar y de insumos, por ejemplo, la vicepresidenta Dina Boluarte afirmó: “A los empresarios les digo que no estén generando alguna inseguridad económica o de mercado porque debemos trabajar de la mano con todos”. Y en esa misma línea, el primer ministro acusó a “la situación internacional” del alza del billete verde (que, si bien tiene algo de cierto, ignora lo que ocurre frente a sus narices).
Esto se suma, por supuesto, a otras declaraciones que harían temblar a cualquier defensor de la estabilidad jurídica (y eso sin contar lo que se ha dicho sobre la asamblea constituyente). Respecto al sector energético, por ejemplo, Bellido dijo que “tiene que estar en manos del gobierno”. Y sobre la permanencia de Velarde manifestó que solo presidirá el BCR “hasta el día que siga trabajando para la mayoría de peruanos”.
Pese a todo lo anterior, si acaso hay algo para mantenerse optimistas, es que el presidente y su equipo aún están a tiempo de corregir el rumbo. Porque con apenas tres semanas en el cargo, hoy lo que genera el Gobierno de Castillo es más que nada preocupación. Y eso es algo que ya piensa la mitad de la población. Y no lo digo yo, sino la encuesta de El Comercio-Ipsos.
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