Imagine usted que de aquí a miles de años se publique una información en la que se diga que en el mundo hay una sola persona hispanohablante y cuando muera desaparecerá el español. Muchas lenguas han tenido ese destino, parecen eternas e interminables, pero la realidad es otra. Eso pasó con el sonoro latín, un idioma universal que duró siglos y este destino ha sucedido en otras culturas.
Un artículo de Eldy Flores, redactora de la página Democracia de este Diario, nos informa sobre la lengua kawki, que solo la habla un habitante y cuando este señor expire el idioma tendrá el mismo destino. Martinet, un lingüista e intelectual francés, sostiene que mientras una lengua sea hablada por una sola persona sigue viva, sin embargo la vigencia de un idioma es social, su existencia se basa en la interacción de las personas que lo hablan. El kawki es primo hermano del jaqaru que pertenece a la cultura Wari y, según informan dos funcionarios del Reniec, es la lengua andina más antigua. Sostienen que el jaqaru, hace 20 años, lo hablaban 3.000 personas, pero que ahora solo lo usa la quinta parte de ese ya reducido número de personas.
Durante la Audiencia que realizó El Comercio en Chachapoyas, estuvieron presentes representantes awajún, una lengua viva que se habla en Cajamarca (San Ignacio), Amazonas, San Martín y en la provincia del Datem del Marañón, en Loreto.
En el Perú existen 47 lenguas vigentes, pero se han extinguido otras 37. Desde luego que más se habla el quechua, como una muestra de que así, como algunas desaparecen otras resisten y comienzan a afirmarse. Otro caso es el aimara, y demás lenguas de las comunidades amazónicas.
El quechua, además de hablarse en el Perú, continúa vigente en otras naciones. Hace dos años cuando asistí a un congreso de Derecho Constitucional en Tucumán, escuché hablar quechua, pensé que eran peruanos o bolivianos, pero eran tucumanos, es decir, argentinos. Algunos especialistas sostienen que el quechua lo hablan 20 millones de personas, en un área que va desde Ecuador hasta Tucumán y probablemente en la región de Pasto en Colombia. Eso, como se sabe, se debió a la expansión de los incas que se inició durante el gobierno de Pachacútec.
Se trata de un caso extraordinario de resistencia cultural, porque los idiomas son expresiones culturales, son la manifestación no solo social sino espiritual de un pueblo.
Según los estudios del profesor sanmarquino Alfredo Torero, el quechua nació en la sierra de Lima y se fue expandiendo. Cuando llegaron los españoles, impusieron su idioma y se universalizó por toda América. Las otras lenguas quedaron excluidas y aisladas, como sucedió con el quechua. Por ejemplo, al sur de México y en Guatemala se sigue hablando maya y los mayas como cultura desaparecieron antes de la llegada de los españoles.
El quechua y el aimara quedaron aislados pero nunca desaparecieron. Su aislamiento se debió a que los españoles impusieron una visión monoétnica y monolingüe. A pesar de que el español domina en el Perú, la vigencia de las otras lenguas contribuyó a que nuestro país se convierta en una nación plurilingüe y pluriétnica. Esa es la realidad y es a partir de ella que debemos cambiar nuestra concepción sobre una lengua única y dominante. Antes se sostenía que las lenguas amazónicas eran dialectos, ¿pero dialectos de qué? Estas no derivaban de una lengua madre, como se demostró posteriormente. ¿Acaso, por ejemplo el awajún, el shipibo, el huitoto y bora derivan del quechua? ¿Son una deformación de este? Son lenguas puras aunque, es cierto, habladas en espacios y territorios reducidos y por pocas personas, si por pocas entendemos que no la hablan millones.
En el Perú, no solo hablan el quechua la mayoría de los habitantes de la sierra y algunos de la selva. Se habla en Lima, lo hacen los limeños, hijos de quechuahablantes y de aimarahablantes. Es decir, los hijos y nietos de los inmigrantes producto del “Desborde popular” del que nos habla José Matos Mar son bilingües, ello refuerza aun más el quechua y el aimara y en consecuencia se ha producido una convivencia lingüística que en el fondo es una convivencia cultural. Esta convivencia cultural es de una riqueza extraordinaria que se ha desarrollado, no porque existiera una política de Estado, como la que implantó el dictador Francia en el Paraguay, con el guaraní, sino como consecuencia de esa resistencia casi inconsciente, sobre todo del quechua. Sin embargo en los últimos años se vienen aplicando proyectos para que se enseñe a los niños en su lengua nativa, además del español y creo que a los hispanohablantes peruanos que utilizamos palabras quechuas en nuestro castellano, nos haría bien aprender este idioma para entendernos mejor, conocer más de nuestra manera de pensar y así poder rescatar esa realidad plurilingüe, pluriétnica y pluricultural, desterrando la visión monoétnica y monolingüe. De esta manera podremos reconocernos en el otro, de esta manera podríamos asumir mejor al Perú.