Una policía de primer mundo, por Gino Costa
Una policía de primer mundo, por Gino Costa
Redacción EC

En medio del desaliento que comienza a emerger sobre nuestras posibilidades futuras, producto de la desaceleración económica y la crisis institucional, IPAE nos convoca a hacer del Perú un país de primer mundo. Así, sin ambages. La apuesta está cargada de esperanza, pero al mismo tiempo de realismo, por cuanto IPAE no ignora que para ello es preciso vencer inmensos obstáculos. Precisamente el de esta semana en Paracas tiene por objeto reflexionar sobre cómo lograrlo.

La posibilidad sin duda existe, a condición de que se mantenga el y el progreso social que lo ha acompañado, y encaremos con éxito los múltiples desafíos institucionales pendientes. Para ello hay que destrabar las inversiones, superar el déficit de infraestructura y avanzar en la diversificación productiva. Para hacerlo sostenible, se requieren instituciones modernas, eficaces y confiables en educación, seguridad y justicia, descentralización y combate a la corrupción. Estos son los temas del CADE.

En seguridad poco hemos avanzado en los últimos años. Más bien, el deterioro de los principales indicadores ha sido sostenido. En particular, el avance del crimen organizado se comienza a percibir, por primera vez, como una amenaza real al progreso económico y a la gobernabilidad. 

Son muchas las cosas que se deben hacer para contar con condiciones de seguridad de un país de primer mundo. Quizá la más importante es reconstruir nuestra policía, la principal herramienta para la prevención del delito y la inteligencia e investigación criminal. No hay sociedad segura en el mundo y blindada contra el crimen organizado sin una policía eficaz. 

Nuestra policía tiene múltiples problemas, pero el principal es su régimen laboral que obliga a sus efectivos a trabajar para particulares para completar un ingreso decente que el Estado no les da. El costo de esta negativa es altísimo: nos quedamos sin servicio policial, pues los policías se transformaron en guachimanes. Es una privatización muy perniciosa e insólita, que ha destruido el carácter profesional de la policía y la ha condenado a la informalidad. No hay policía de primer mundo con esta práctica absurda.

Los recursos humanos y materiales con que cuenta la policía son suficientes a condición de que se gestionen adecuadamente, empezando por acabar con el 24x24. Sin duda, también es imperativo solucionar otros problemas gravísimos, como la corrupción o el atraso tecnológico o la pobre preparación de su personal. Pero de nada servirá resolver estos problemas si antes no tenemos una policía a tiempo completo.

Dados los costos, la superación del 24x24 deberá ser progresiva. Esto exige un cronograma de modernización que vaya incorporando a unidades policiales y regiones enteras a un nuevo régimen, al tiempo que se adoptan medidas para reorganizar el servicio, depurar y capacitar a su personal, y equiparlas. Así podrían ir acreditándose unidades que cumplen estándares mínimos, comenzando por las de élite con que hoy cuenta la institución. Este esfuerzo requerirá del apoyo de las policías de primer mundo.