El presidente Francisco Sagasti (Alessandro Currarino)
El presidente Francisco Sagasti (Alessandro Currarino)
Rolando Arellano C.

Unos jóvenes de secundaria me dijeron que el presidente Sagasti se parecía al personaje de la cubierta del libro de Baldor. Unos de primaria más bien señalaban que se parecía a Alí Babá, el que encontró el tesoro de los 40 ladrones. En realidad, creo que nuestro presidente tiene la opción de pasar a la historia como uno de los dos personajes. Veamos.

El presidente Sagasti puede decidir pasar a la historia como la autoridad Baldor, es decir, aquella que plantea problemas en todos sus actos y que deja que las soluciones vengan de otros. En otras palabras, un presidente lleno de excusas para no hacer nada durante los seis meses de gobierno que le quedan.

Pero también puede escoger ser un presidente Alí Babá, que descubre los tesoros que se encuentran en la cueva de los, digámoslo solo de manera accidental, ladrones. ¿De qué tesoro se trata? De ese tesoro que es un secreto a voces, que nadie se atreve a mostrar y que es único en nuestra historia: los muchos millones de soles no gastados que tienen los ministerios y los gobiernos regionales. Y es único en nuestra historia porque siempre tuvimos el problema de la falta de recursos para hacer obras que beneficien al pueblo, mientras que desde hace algunos años ese dinero existe, y está asignado a obras, pero está guardado sin utilizar.

Muchas de las explicaciones sobre esta situación dicen que la exageración burocrática tiene que ver con el temor de los funcionarios encargados de asumir responsabilidades por las cuales podrían ser enjuiciados posteriormente. Si cada decisión que tomo me compromete para el futuro, dice el funcionario de turno, mejor exijo más y más requisitos que me permitan tener la mayor cantidad de pruebas de mi actuación correcta. Y mejor aún, dicen algunos, sería que por pedir tantos requisitos el expediente demore y lo deba firmar el funcionario que me reemplace.

Se trata de un problema que exige decisiones novedosas, como lo que vemos en la administración de proyectos entregada al gobierno británico, que en muy corto tiempo adjudicó ya obras por varios cientos de millones de dólares. Y como ellas, con seguridad, hay fórmulas no demasiado complicadas que logren lo mismo y que seguramente muchos lectores ya imaginan.

En fin, lo que es evidente es que si el presidente Sagasti pone empeño en encontrar nuevas fórmulas para desburocatrizar el gasto, su gobierno podría dejar una importante huella en la historia. Y él sería reconocido como el presidente Alí Babá, que encontró el “Ábrete, sésamo” y logró que millones de soles que estaban retenidos en la caverna burocrática, generen mucho bienestar a los ciudadanos. Mucho mejor que ser reconocido como el presidente Baldor. Que tengan una gran semana.

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