(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Raúl Castro

“Tengo un robot en casa. Es pequeño, redondito –con un aire a Arturito, el de “Star Wars”– y puede moverse libremente por todos los ambientes del hogar. Su razón de ser, técnicamente, es aspirar y limpiar, por lo que está categorizado como un robot esclavo. Así fue creado. Pero un día eso (¿él o ella?) me va a preguntar: ‘Disculpa, ¿te importaría mover esa silla por favor?’”.

Así introduce Mariana Pestana a la perturbadora exhibición “The Future Starts Here” (“Aquí se inicia el futuro”), ahora mismo en escena en el museo Victoria & Albert de Londres, y que reta a sus visitantes a pensar en cómo serán nuestras vidas inmediatas a partir de la revisión de cien proyectos tecnológicos actualmente en desarrollo. Todos ellos tan vigentes como disruptivos.

Pestana, cocuradora de la muestra, comparte los pensamientos que el diseño en marcha de estos organismos de inteligencia artificial le suscitan, sobre todo tras interactuar con algunos de ellos como Brett, un robot muy básico que recoge las cosas tiradas en el piso, pero más aún con Jibo, un robot categorizado como social. “Y si mi robot aprende a hablar, ¿tendrá la misma forma de ver el mundo que yo?”, se pregunta. Depende, responde Cynthia Breazeal, científica
del MIT que desarrolló a Jibo. Depende de cómo y cuánto interactúes con él, pues su inteligencia ha sido programada como similar a la de un niño de 12 años.

Visitar “The Future Starts Here” es conocer la promesa de sistemas y máquinas que aprenden. “Aquellas a las que cuanto mayor cantidad y calidad de información le ofrezcas a sus algoritmos, mejores resultados tendrán”, dice Pestana. La narrativa de la robótica
actual, por tanto, se desmarca de su mito autómata (‘robot’ proviene del checo ‘robotnik’, es decir ‘trabajador forzado’) y se orienta más
bien hacia una narrativa humana, en la que la educación, como con los niños, es central para conformar intelectualidades y afectividades
más complejas y sensibles. A mayor calidad de interacción, mejor experiencia. A mejor experiencia, mayor y mejor aprendizaje. A
mejor aprendizaje, mejores seres humanos.

Afirma el “Financial Times” que Jibo “falla” en encantar a algunos de sus examinadores. Puede ser. De hecho, los presentes esperamos más que palabras. Esperamos emociones, miradas, acaso una voz socrática. Jibo es en la actualidad una visión, una expectativa que cuesta 900 dólares en el mercado, y que ya te puedes llevar a casa. Es también la corporeidad de Siri, o de Alexa, es decir, los comandos de voz que utilizan Apple o Amazon, pues Jibo también se activa con voz, entonación y timbre del usuario. Y no solo para tareas operativas. También para reconfortarte o invitarte a cocinar

“The Future Starts Here” exhibe muchísimas más evidencias de que el diseño de sistemas inteligentes se orienta ahora a las emociones y la calidad de interacción. Humanidad, al fin. Muestra objetos y plataformas que ya existen en el mercado, o en los laboratorios, y que tienen impacto social sustantivo. La muestra ofrece desde camisetas
que son fuentes de energía gracias a los minipaneles solares que porta hasta proyectos con complejos sistemas sociales operando, como puentes construidos por el ‘crowdsourcing’ o colaboración ciudadana. También una figura estelar inminente: el automóvil geolocalizado que se activa con comandos de voz y a quien le dices a dónde quieres ir, qué música escuchar, qué temperatura colocar, y a quién llamar por teleconferencia, mientras bebes el café que te ha preparado.

Ahora bien, si la inteligencia artificial orientada a lo humano es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? Es decir, ¿para qué hacer todo esto? El visitante se va haciéndose esta y miles de preguntas más. En un
enfoque lúdico, puede ser jugar a ser Dios. En uno biopolítico, es dominar la vida misma para vivir para siempre, o tal vez, vivir para siempre a fin de dominar la vida. El orden de los factores en esta
ecuación sí altera el producto, en tanto media una cuestión ética. ¿Con qué fines dominar la vida misma? He ahí lo que debemos discutir mientras el robot hace el trabajo básico.