Vicente Zeballos tuvo que renunciar al cargo de presidente del Consejo de Ministros. Fue el 15 de julio.
El presidente Vizcarra dijo, al respecto, que “en política siempre se requiere refrescar los cuadros y equipos” (Radio Americana, de Moquegua).
La epidemia se había reactivado antes que la economía. ¿Solo se necesitaba un aire fresco?
Suponíamos que el presidente Vizcarra tenía un plan para mejorar la eficacia de la gestión del Gobierno. Suponíamos que por eso había pedido y aceptado la renuncia de Zeballos.
No ha sido así. Sus opciones han pasado de Pedro Cateriano a Walter Martos, al margen de los planes de Gobierno.
Si el jefe del Estado lidera el plan del Gobierno, no habrá diferencia en el planteamiento que hizo Cateriano y las medidas que propondrá Martos. Lo sabremos el martes, pero cabe dudar de que se trate de lo mismo.
La crisis política no se debe al Congreso. Se debe, principalmente, al presidente Vizcarra. Él decidió “refrescar” los equipos. Él llamó a Cateriano. Él aceptó su plan y, ahora, él acepta el nuevo.
El presidente no parece liderar el plan contra la crisis económico-sanitaria. De hacerlo, no se habría sentido la crisis ministerial en la acción gubernamental y sus programas.
Desde el 15 de julio tenemos inestabilidad ministerial. Con eso, también, descoordinación con las direcciones regionales de salud y aflojamiento de las vigilancias y controles.
No hay reacción frente a las carencias de los hospitales y los pedidos de reemplazos de personal de salud.
La crisis no se resuelve cambiando de ministros. Se atiende dirigiendo los planes. No se puede encargar, se debe asumir.
Hoy, uno de los factores de contagio son las reuniones familiares. Eso revela deficiencia en las campañas de educación y prevención. Ello, además de haberse vencido nuestra resistencia emocional.
La mayor parte de la población no entiende cómo funciona el contagio. Los que respetan las medidas lo hacen, en su mayoría, más por miedo que por conocimiento.
Esto es resultado del énfasis que puso el Gobierno en el miedo al inicio. Nunca se ha hecho, hasta ahora, una campaña masiva de instrucción.
Se han desperdiciado horas de horas de televisión para que hable el presidente. Eso no tiene ninguna eficacia desde el punto de vista de salud pública.
Taiwán tiene la historia más exitosa de control de la epidemia. Está a solo 180 kilómetros del origen del problema, la República Popular China.
Hasta ahora solo siete personas fallecieron ahí (la última, en marzo). Hay menos de 500 contagiados. Se estima que su economía, hacia fin de año, crecerá 1,4 por ciento.
Taiwán tiene una población de 23,7 millones de personas. El territorio es apenas un poco más grande que el de Cajamarca. Son 656 habitantes por kilómetro cuadrado. En el Perú, 25.
Hay muchas diferencias, por supuesto, entre el Perú y Taiwán. La más importante es que la población sigue las indicaciones porque el Gobierno es creíble y efectivo.
No es la presidenta la que informa sobre las medidas, sino las autoridades de salud. No cambian ministros a cada rato y siguen un mismo programa de gobierno para desactivar la epidemia y reactivar la economía, al mismo tiempo.
Hay que buscar modelos, no aire fresco.