Hay una tendencia a cambiar las reglas de juego luego de un resultado electoral, cuando una de ellas no es favorable. Por ejemplo, en el año 2016 Keiko Fujimori ganó en primera vuelta, doblando en votos a PPK, pero por debajo de la mayoría absoluta, por lo que tuvieron que competir en una segunda vuelta que, como se recordará, perdió la lideresa de Fuerza Popular. Este hecho frustrante llevó a que se planteara, sin suerte, modificar la norma para que quien logre menos del 50% pero con una diferencia del primero sobre el segundo de al menos 10%, gane en primera vuelta. No es que esta regla no exista, pues Argentina, Ecuador y Nicaragua la tienen. El problema es que se cree que el mismo resultado se presentará, digamos, en el 2021. Craso error de proyección y más en el Perú, un país tan volátil.
Pero hay otra afirmación tan extendida como errónea. Se trata de la cifra repartidora. Se afirma que este método que permite distribuir escaños es el causante del aplastante número de curules que consiguió Fuerza Popular en el 2016. La afirmación es de tal contundencia que se escuchan reclamos para que dicho mecanismo sea modificado. El argumento es que es injusto que a un partido como Fuerza Popular, que logró el 36% de los votos, se le adjudique el 56% de los escaños, convirtiéndose en una mayoría absoluta en el Congreso que ha generado relaciones tensas entre el Ejecutivo y el Legislativo a lo largo de este período de mandato. La razón de esta desproporción sería, pues, la cifra repartidora, por lo que se hace necesario su cambio. Detrás estaría el temor de que el resultado pudiera terriblemente repetirse.
Es innegable que existe una gran desproporción entre el porcentaje de los votos que gana y las curules que recibe Fuerza Popular. Pero la razón principal de esa desproporción no es la cifra repartidora. Es su combinación con el umbral de representación y, sobre todo, el número pequeño de escaños por departamento-región. Por lo demás, este es un método usado en muchos países del mundo como, por ejemplo, Argentina, Austria, Bulgaria, Chile, Colombia, Croacia, España, Finlandia, Israel, Países Bajos, Perú, Polonia, Portugal y Venezuela, por señalar algunos.
Es cierto que uno de los efectos que produce la cifra repartidora es que favorece ligeramente al primero, como también ocurre con otros métodos. Sin embargo, el efecto es mayor cuando se tienen pocos escaños por repartir. Por ejemplo, Fuerza Popular ganó los dos escaños de Amazonas, pero si hiciéramos una simulación y los duplicáramos, uno lo hubiera ganado PPK y otro el Frente Amplio. Y si seguimos haciendo este ejercicio para todos los casos, al sumar todos a nivel nacional, el porcentaje de escaños ganados por Fuerza Popular se acercaría a su porcentaje de votos.
Existe, pues, una relación simple: a mayor número de escaños, mayor proporcionalidad. Lo que ocurre en nuestro país es que tenemos un número bajo de representantes en el Parlamento (130) que al dividirse entre un número alto de circunscripciones (26), hace que muchos departamentos-región tengan solo 2, 3 o 4 escaños. Así, Fuerza Popular tuvo una votación promedio alta en todos lados. Y allí donde no quedó primera, era segunda, lo que le permitió ganar escaños en todas las circunscripciones y alcanzar los 73 congresistas.
No se trata, pues, de cambiar las reglas de juego electorales porque un resultado no gustó. Hay que conocer los efectos de cada mecanismo, pero, sobre todo, no tratar de modificar pensando que un resultado pasado se repetirá en el futuro, por más que se vislumbre una pesadilla.
*El autor es presidente de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política.