Jenny Llanos
Los medios ofrecen a las niñas y las adolescentes pocos modelos saludables a imitar. Cuando no se trata de celebrities cuya única preocupación es la ropa, el maquillaje y la cirugía, los personajes femeninos que pueblan nuestra tele suelen ser satélites que giran en torno a algún ente masculino: carentes de intereses y proyectos propios, las chicas que nos muestra la pantalla solo parecen cobrar vida en la medida en que algún príncipe decida ocuparse de ellas.
Afortunadamente, por unos días más todavía podemos mirar junto a nuestras hijas uno de los pocos espectáculos en que las mujeres no solo compiten y ganan, sino que además cosechan en estos mismos momentos el fruto de largos años de combate por la igualdad de sexos.
Aunque pasarán a la historia como las olimpiadas antigay, los Juegos de Invierno 2014 todavía tienen muchos ángulos rescatables, en especial para las espectadoras más jóvenes.
Como pocas veces en un escenario, mujeres y hombres están vestidos prácticamente de la misma forma. O sea, nada de ropa cómoda para ellos y calzoneta que se mete al poto o escote al ras del pezón para ellas. El invierno ruso no se anda con coqueterías: bajo tantas capas de indumentaria casi resulta imposible distinguir entre chicos o chicas. Y todos tan contentos mirando lo que se supone que hay que mirar en una competencia deportiva. A ver si los organizadores de otros eventos deportivos “de verano” se dan por enterados: cuando hay talento en juego, no se necesita el gancho de la carne.
Pero además qué gratificante diferencia respecto del desfile cotidiano de muchachas esqueléticas en que se han convertido los segmentos de moda y casi cualquier espacio dedicado a la belleza femenina. En las antípodas de las modelos de pasarela cuya única misión es servir de percha para las prendas de ropa, los cuerpos de las atletas de Sochi son máquinas poderosas esculpidas a punta de esfuerzo para resistir las condiciones más difíciles. Si la perfección física existe, ellas son su encarnación.
Sochi marcará también un momento histórico para el deporte femenino: por primera vez las mujeres compiten en Salto en esquí. Solo noventa años las separan de sus pares masculinos, que hacen lo propio desde 1924.
Todavía queda pendiente el combinado nórdico, que ya nadie entiende por qué no tiene versión para damas. Pero aquí sabemos esperar. De pie. Que para eso tenemos buenas piernas.