Maria Cecilia  Villegas

Según la RAE, impune es aquel que queda sin castigo. Es la inexistencia de responsabilidad. Y es, probablemente, uno de los adjetivos que mejor describe lo que ocurre en el Perú. La impunidad es el síntoma de una inexistencia de Estado de derecho.

Una democracia requiere de la limitación del poder, del respeto absoluto por el Estado de derecho y del ejercicio responsable de la ciudadanía. Estas tres condiciones permiten que una sociedad pueda progresar. Pero, en el Perú, no existe ninguna. No existe Estado de derecho, porque las normas se adaptan a pedido. Y lo cierto es que tampoco existe un real ejercicio de ciudadanía. Esto es, de ciudadanos que conozcan sus derechos y deberes, que participen vigilantes exigiendo rendición de cuentas a las autoridades sobre la calidad de servicios e infraestructura y que denuncien aquello que no funciona. Pero que también les exijan a las empresas operar respetando el entorno, el medio ambiente y las normas del país. Los ciudadanos no estamos cumpliendo nuestro rol y la apatía generalizada permite que autoridades y empresarios actúen con impunidad.

El 15 de enero del 2022 ocurrió el mayor desastre ecológico producido por el derrame de 12.000 barriles de petróleo de la refinería La Pampilla de la empresa Repsol. La falta de previsión de la empresa, así como la improvisación en el manejo de la crisis, habría llevado a que el área impactada alcance 1′739.000 metros cuadrados. Mientras Repsol buscaba minimizar el daño mintiendo sobre la magnitud del derrame y buscando eludir responsabilidades, no tomó las medidas necesarias para repararlo ni informó adecuadamente al gobierno ni a la población. La reacción tardía de la empresa, sin la tecnología adecuada (15 personas con palas), generó que el derrame se extendiera. Organizaciones ambientalistas y organismos fiscalizadores alertaron sobre la insuficiencia de las acciones de Repsol. Pero la ausencia real del Estado Peruano y la limitada indignación ciudadana permitieron que el tema se olvidara rápidamente. Las multas impuestas por el Estado a Repsol resultaron irrisorias frente al desastre desatado y la facturación que tiene Repsol en el Perú. Un año después, 23 playas seguían cerradas para los bañistas por órdenes del Minsa, sin contar los cientos de animales dañados y pescadores afectados.

El jueves, los peruanos nos enteramos de que Repsol firmó un contrato de poco más de US$2 millones anuales como auspiciador de la Federación Peruana de Fútbol. Y, salvo un par de ‘posts’ en LinkedIn y un párrafo en una columna de opinión, a nadie parece importarle. Esto es lo que se conoce como ‘sportwashing’, el uso de un evento deportivo para limpiar la reputación de una corporación cuestionada.

Es urgente demandarle al sector privado hacer empresa de manera ética y responsable. El rol de los líderes empresariales es importantísimo para obligar a otras empresas a responder y rendir cuentas. El poder de la empresa privada es enorme, pero no está siendo utilizado como debería. ¿Dónde están las muchas organizaciones de empresarios y los líderes empresariales que no se atreven a levantar la voz? Si en el Perú la clase política popularizó el famoso “otorongo no come otorongo”, parecería que en el sector privado “empresario no come empresario”.

Los ciudadanos a nivel global están buscando empresas que tengan propósito, que contribuyan a construir una mejor sociedad, a dejar una huella positiva y que no se limiten a generar utilidades para sus accionistas. En un estudio realizado por Ipsos a pedido de Capitalismo Consciente Perú y Konrad Adenauer Stiftung KAS Perú sobre las actitudes de los ciudadanos hacia los empresarios, encontramos que, para el 88% de peruanos, los empresarios deben ser más responsables en el manejo del medio ambiente y los recursos naturales. Más aún, el 66% considera que los líderes empresariales deben comunicar su posición y opiniones sobre los principales problemas del país. Y lo que más llama la atención es que, cuando se les pregunta a los empresarios, el 82% coincide. Sin embargo, están ausentes del debate y siguen sin asumir el rol de líderes que la sociedad está demandando de ellos.

Una vez más, quedarse callados no es una opción. Pero parecería ser la norma en este país de desconcertadas gentes.


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Maria Cecilia Villegas es CEO de Capitalismo Consciente Perú