Salvar vidas y empleos se convirtió en el mandato principal de las políticas públicas durante la pandemia del COVID-19. En el corto plazo, las cuarentenas y cierres de diversas actividades económicas ayudaban a aplanar las curvas de contagios. Pero no podían extenderse indefinidamente al afectar los medios de vida de las familias. En especial, las de los países de menores ingresos.
Todos los países desplegaron –dadas sus condiciones iniciales– sus mejores esfuerzos para mejorar sus sistemas de salud y ejecutar políticas fiscales y monetarias para que las familias y las empresas enfrenten con los menores costos posibles los efectos del confinamiento obligatorio.
Hay un dilema –en el corto plazo– entre evitar la propagación del virus y los costos económicos de las cuarentenas. Ante este dilema de objetivos, la respuesta óptima es salvar vidas, al menor costo posible en pérdidas de empleo. Los resultados en los diversos países muestran quiénes –hasta hoy– lo vienen haciendo mejor que otros.
El mundo está hoy ante una segunda ola. En diversos países europeos y en Estados Unidos, esta viene cobrando mayores vidas que en la primera ola. A diferencia de esa dinámica, en el caso peruano se espera que esta segunda ola sea menos intensa y duradera que la primera. Ello porque nuestro país fue uno de los más afectados del mundo en la primera ola (muertos por millón) y quedaría un menor porcentaje de población susceptible (aun asumiendo cierta probabilidad de recontagio), y porque la anterior ola tomó mas tiempo en esparcirse por los controles de movilidad de personas impuestos en la misma.
Si ello es así, y por los aprendizajes del costo excesivo de los confinamientos de marzo a junio, tiene sentido que el Gobierno se mantenga observando de cerca la evolución de la segunda ola. Sin embargo, bien haría en acelerar de manera urgente las mejoras en la capacidad de atención hospitalaria (UCI, personal, respiradores, oxígeno); el uso masivo de pruebas PCR para la detección, rastreo y aislamiento; acelerar la llegada de las nuevas vacunas que están a punto de aprobarse en las próximas semanas (y meses); e ir diseñando un nuevo bono focalizado en las zonas del país que pudiesen entrar en una quincena de confinamiento, mientras se vuelve a optimizar la capacidad de respuesta sanitaria.
La mejor respuesta de política pública es la sanitaria. Ella cumple el doble objetivo de salvar vidas y evitar cierres económicos mayores, cuando ya no queda otra medida que tomar.
Las políticas sanitarias y la política económica interactúan en la pandemia. A más fracaso en la parte sanitaria, más fallecidos y es más probable ir a cierres económicos, que son –a su vez– más costosos en pérdidas de empleos y en respuestas fiscales.
Las políticas de soporte a la cuarentena para familias y empresas (bono familiar y el programa Reactiva) son partes sustantivas del conjunto de políticas macroeconómicas en una pandemia. Ambas hacen posible soportar mejor la cuarentena y defienden empleo.
En ausencia de una vacuna, si el empleo vuelve a sus niveles prepandemia se esperaría un aumento de contagios, aun respetando los protocolos. Por ello, era clave no bajar la guardia con las capacidades de oferta en el sistema de salud. Si el número de fallecidos es muy alto, las autoridades no resisten la presión ciudadana y terminan por volver a cuarentenas u otro tipo de restricciones extremas, que afectan fuertemente el empleo. Por ello, la respuesta sanitaria –al reducir el número de fallecidos– aumenta el techo para la tolerancia social y política.
Otro tipo de bono selectivo sería para trabajadores jefes de hogar mayores de 65 años, obesos, diabéticos y/o con hipertensión arterial. Estos trabajadores son los más susceptibles a los efectos del virus. Ya no estamos en épocas de bonos generalizados y ciegos.
También se puede “aprovechar” para que la población realice una declaración jurada de sus ingresos. Ello no es trivial para mejorar las políticas sociales y las políticas de formalización laboral y empresarial.
La elevada informalidad laboral y empresarial peruana y el débil sistema de salud pública inicial han sido los condicionantes más importantes para los pobres resultados hasta ahora. Aunque la gestión misma ha llevado a estos resultados. No obstante, aún es temprano para sacar algunas conclusiones. La pandemia sigue su dinámica y la recesión también en los diversos países del orbe.
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