Iván Alonso

La fue una de las grandes reformas de la década de 1990. Se redujo drásticamente el número de impuestos y se simplificó su cálculo. La tributación, sobre todo, se hizo más neutral. Buena parte del crecimiento económico de los últimos 30 años se debe precisamente a eso.

La neutralidad tributaria significa que los impuestos, idealmente, se aplican por igual a los distintos bienes y servicios para no distorsionar las decisiones económicas. Una satisface de la mejor manera posible los deseos y las necesidades de la gente cuando los precios de las cosas reflejan el valor de los recursos utilizados en su producción. La economía se distorsiona cuando el premia o penaliza a algunos bienes y servicios en particular. Se comienza a producir más de algunas cosas, pero no porque se las necesite más que antes, sino porque una ventaja tributaria reduce su precio artificialmente en comparación con los de otras cosas. Los recursos ya no van donde más se los necesita, sino donde hay más ventajas tributarias.

Ese era el mal de nuestra economía hacia 1990, un mal que amenaza con recrudecer si un proyecto de la congresista Rosangella Barbarán, que permitiría diversas deducciones para fines del impuesto a la renta, se convierte en ley. A decir verdad, esa amenaza comenzó en el 2018, cuando se introdujo una deducción de hasta tres UIT por consumos en restaurantes, bares y hoteles.

El proyecto se presenta como una ayuda para formalizar la economía y aumentar eventualmente la recaudación. Lo que va a aumentar, más bien, es la evasión. Cualquier compra puede disfrazarse, por ejemplo, como un gasto en educación, que da derecho a deducir el 40%. En lugar de comprar una bicicleta, compre usted un curso de ciclismo que venga con una bicicleta de regalo; en lugar de una cámara, un curso de fotografía; en lugar de un crucero en el Caribe, un curso de oceanografía.

Los, digamos, S/400 que puede deducir por el “curso de ciclismo” no le ahorran ni un sol de impuestos al que gana menos de S/2.500 mensuales porque no paga impuesto a la renta. Pero el que gana más de S/15.000 se ahorra S/80 porque, si no, tendría que pagarle al fisco el 20% de esos S/400; y el que gana más de S/20.000 se ahorra S/120 porque su tasa marginal de impuesto a la renta es del 30%. Por eso, además de crear distorsiones, las deducciones tributarias son regresivas: la gente que más se beneficia es la gente más pudiente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es Economista