El Perú no solo sufre por la pandemia del COVID-19. Sufre más –y sobre todo– por el populismo. El populismo: la búsqueda del aplauso como primera motivación política.
El populismo no es exclusivo de un poder del Estado ni de uno u otro personaje. Los vientos del populismo soplan desde el Ejecutivo, desde el Legislativo y desde la población misma.
Somos y seremos víctimas de una tormenta perfecta. Todos los populismos se encuentran.
El Ejecutivo ha enfrentado la pandemia usando presupuesto, recursos de reserva y deuda, y más deuda.
Además de echar mano de los recursos que tenemos y que no tenemos, ha cerrado la economía de manera abrupta y casi completa. Tenía pocas opciones, es cierto, pero escogió la de mayor sacrificio económico.
Esa estrategia no ha dado resultado. El costo para la economía no corresponde al control de la epidemia. En otras palabras: se ha destruido la economía y no se ha ganado la batalla contra el coronavirus.
La gente, por su lado, aplaude a la policía que ejerce control, aplaude la salida de los militares. Incluso, mucha gente aplaude los excesos de las fuerzas del orden. Así sucedió con un capitán del Ejército que abofeteó a un infractor del toque de queda.
Mucha gente está de acuerdo con el encierro. En situaciones de miedo, aspiramos al control inmediato, visible, concreto.
El gobierno reforzó estos sentimientos. Los reforzó sin cerrar las grietas: mercados, retornantes, bancos, hospitales, personal de salud y policías.
Recordamos la imagen de un ciudadano que fue llevado a la comisaría por media docena de policías. Había sacado a pasear a su perro, frente a su casa. Este caso, anecdótico, grafica el enfoque de control ciego.
Los mercados, principal foco de contagio, han empezado a ser vigilados. La primera intervención se dio un mes y medio después de que se decretara el estado de emergencia.
El presidente Vizcarra anunció, el 2 de mayo, que había “replanteado la situación de los mercados”. ¿Replanteado? Nunca antes el gobierno había planteado nada.
La explicación fue: esto pasa cuando se incumplen las normas sanitarias. Nunca se dijo: hemos descuidado los mercados, no hemos hecho pruebas, no hemos coordinado con los municipios ni los administradores.
El cierre ciego dañará la economía severamente. Aumentará dramáticamente el desempleo, reducirá el poder de compra y la producción.
A eso se suma el Congreso. Aprobó el retiro de hasta el 25% de los fondos individuales. Hirió de muerte, con ello, el sistema como fondo para jubilación. Ahora es, ya, un fondo para las emergencias.
No solo hay un daño para el futuro de muchas personas. También, para la inversión que se nutre de estos fondos. Después del coronavirus se requerirá inversión. Tendremos una fuente menos.
El gobierno había autorizado, antes, el retiro de hasta 2.000 soles. El Congreso quiso competir en la carrera populista: ¡Hasta 12.900!
El Congreso, ahora, se prepara para discutir varios proyectos de ley sobre acaparamiento y control de precios (le llaman “especulación de precios”).
Ya empieza a producirse escasez de medicinas. Aprobada esa ley, habrá escasez también de otros productos. Nunca ha sido distinto ni en la historia ni en el mundo.
El Congreso también suspendió el cobro de peajes y autorizó el funcionamiento de los taxis colectivos. El denominador común es el populismo y la irresponsabilidad.
El presidente del Congreso lo dice claramente: están “recogiendo el reclamo de la población”. No están haciendo leyes según criterio de legislador, sino tramitando con la desesperación.
Mientras tanto, perdemos en la pandemia. No se produce ninguna “meseta” en la curva de contagios y muertes. Con suerte, para la baja se producirá una larga ola.
El gobierno es demasiado lento. Cuarenta camas hospitalarias quedaron sin usar en el hospital Dos de Mayo (El Comercio, 13/5/20). Debían ser trasladadas, pero no se usaban ni en uno ni en otro hospital.
Si se concentra en mejorar su propia velocidad, el gobierno podrá dejar de echarle la culpa a los comerciantes, a los paseantes de perros y a los infractores del toque de queda.
El presidente debe presentar una nueva estrategia. Y no debe demorar.