Editorial El Comercio

El actual ha tenido innumerables excesos y desaciertos. En asuntos del sistema de justicia, de presupuesto público, de minería ilegal, de transporte público y varios temas más, muchos parlamentarios han legislado durante los últimos años para beneficio propio y de los pequeños grupos interesados a los que representan. Su popularidad de un solo dígito habla por sí sola.

Pero es posible que ningún exabrupto legislativo sea tan grave como lo que sucedió en los últimos días a raíz del debate sobre las reglas que regirán para los siguientes comicios generales y subnacionales del 2026. Y es que, si los resultados de las son iguales o peores de lo que se tuvo en el 2021 y el 2022, el país bien podría entrar en un círculo vicioso sin salida aparente. La tensión está ya al máximo. De ahí la importancia de implementar, siquiera, una reforma política básica. Pero para algunos temas ya es demasiado tarde.

Esta semana, por ejemplo, el Parlamento no logró los votos necesarios para impedir que los sentenciados por terrorismo, narcotráfico, rebelión, sedición y motín puedan participar en las elecciones hasta diez años luego de su rehabilitación. Con ello, se dejó la puerta abierta a que personajes como , fascista que lideró una asonada en con un saldo de cuatro policías asesinados, o exintegrantes de recientemente liberados, puedan tentar una curul, una región o una alcaldía en el 2026.

Otro intento por mejorar las reglas de juego con miras al año crítico que se viene era el levantamiento de la prohibición de reelección entre autoridades subnacionales. Políticos poco experimentados liderando regiones, provincias y distritos, con continuidad política baja por diseño, son una garantía de pobre calidad en la ejecución del gasto y en la provisión de servicios públicos. Aun así, el pleno no logró los votos necesarios el jueves pasado, en segunda votación, para la reforma constitucional que lo hacía posible. El Congreso cierra así, con broche de oro, una legislatura para el olvido.

Si bien ha habido también algunas mejoras (como la aprobación –en primera votación aún– de la fórmula que propone elevar solo 1% la valla electoral independientemente del número de partidos que la conformen), estas son insuficientes. El país se encamina, inexorablemente ya, a las elecciones más caóticas desde que se tenga registro.

Editorial de El Comercio

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