Dos días atrás, el pleno del Congreso votó en contra de la sola admisión a debate de una moción de vacancia presidencial presentada por la legisladora de Cambio Democrático-Juntos por el Perú Nieves Limachi, en enero de este año. Solo 37 parlamentarios se manifestaron a favor de la iniciativa, mientras que 64 se opusieron a ella y 10 se abstuvieron. Para que la admisión a debate procediera se requerían 50 votos, una cifra que estuvo lejos de ser alcanzada, pero no tanto…
Es interesante, de hecho, auscultar la conformación de cada uno de esos tres bloques, porque de alguna forma permite anticipar lo que podría suceder en los próximos ensayos de remoción de la actual mandataria, que inexorablemente llegarán. La experiencia enseña que los intentos frustrados de vacar a un jefe del Estado no desaniman a los congresistas empeñados en hacerlo. Los expresidentes Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Pedro Castillo pueden dar fe de ello.
Los votos en contra de la iniciativa provinieron primordialmente de las bancadas de Renovación Popular, Fuerza Popular, Avanza País y Alianza para el Progreso. Y a ellos se sumaron los legisladores de Somos Perú, y algunos de Acción Popular y de los no agrupados. Es decir, salieron de los grupos parlamentarios que hasta ahora han dado en general sustento al actual gobierno. Entre tanto, los votos a favor se originaron en las bancadas de izquierda, ligadas a la administración de Castillo mientras esta duró y ahora previsiblemente opuestas a la que encabeza la señora Dina Boluarte. Esto es, de Perú Libre, Cambio Democrático-Juntos por el Perú, Perú Bicentenario y el Bloque Magisterial. En este caso, las adiciones periféricas llegaron también de Acción Popular y los no agrupados, amén de una proveniente de Podemos Perú. Las abstenciones, finalmente –y aquí radica lo llamativo de la situación que comentamos– se originaron también en varios de los conglomerados izquierdistas. Concretamente, en el Bloque Magisterial, Perú Bicentenario y Cambio Democrático-Juntos por el Perú. Ciertos representantes de esas organizaciones estimaron que el momento no era oportuno para ir adelante con la vacancia… Pero, lógicamente, en un futuro cercano, si la coyuntura cambiase, podrían cambiar ellos también. Y si a eso le agregamos el dato de que casi 20 congresistas no votaron esta vez y podrían hacerlo en la siguiente ocasión, resulta evidente que la correlación de fuerzas podría cambiar. Seguramente no como para llegar a los 87 votos que hacen falta para sancionar la vacancia, pero sí para que una segunda moción que la proponga sea admitida a debate, con la consiguiente mella política que sufriría la gobernante.
Harían mal, pues, la presidenta Boluarte y su entorno en respirar tranquilos y asumir que todo puede continuar en piloto automático hasta el 2026. No deberían ellos olvidar, por ejemplo, que en esta ocasión los titulares de los afanes vacadores no incluyeron en sus argumentos las revelaciones que estamos conociendo en las últimas semanas sobre las contribuciones de Henry Shimabukuro, implicado en el Caso Gabinete en la Sombra, a la campaña de la entonces postulante a la vicepresidencia por Perú Libre: una realidad inquietante que, mientras continúe sin ser enfrentada con respuestas convincentes de su parte, coloca a la mandataria en una zona moral peligrosamente cercana a la que habitaba Pedro Castillo antes de lanzarse a romper el orden constitucional.
Los fenómenos de El Niño (el costero y el global) serán uno de los mayores desafíos de su administración. Los votos que hoy la respaldan en el Congreso podrían escapar pronto hacia una posición distinta si no hay una adecuada gestión del riesgo. En general, se diría que la señora Boluarte está ante la necesidad urgente de adoptar medidas que le permitan proyectar honestidad y eficacia; de lo contrario, encontrará más difícil de sortear un nuevo intento de vacancia.