La gestión de la señora Ana María Solórzano al frente de la Mesa Directiva del Congreso ha sido últimamente objeto de severas críticas de diversas bancadas y hasta de una moción de censura que no ha llegado a ser votada.
Antes de dejar el cargo y ceder quizá el manejo del Legislativo a la oposición, no obstante, ella tiene que enfrentar todavía una última controversia. Un informe periodístico reveló a principios de esta semana, efectivamente, que la administración encabezada por ella autorizó, en mayo y junio de este año, dos desembolsos por un total de S/.335.361 para obsequios –en concreto, billeteras de una exclusiva marca– al personal del Parlamento con motivo del Día de la Madre y el Día del Padre.
La noticia, como cabe suponer, ha dado pie a protestas y comentarios negativos en los que se ha considerado el referido gasto como un derroche o un despilfarro, lo que a su vez ha motivado una rápida –aunque no necesariamente sólida– respuesta de la titular del Congreso.
La señora Solórzano ha argumentado en su defensa esencialmente dos cosas: que los regalos son un acto de justicia hacia los trabajadores del Legislativo y que el dinero destinado a ese fin no constituye derroche alguno por haber estado comprendido dentro del presupuesto de este año.
En lo que concierne a lo primero, ella ha asegurado que la iniciativa respondió al hecho de que en ocasiones pasadas solo los congresistas recibían un regalo de ese tipo por las fechas señaladas, mientras que a los demás trabajadores solo se les entregaba un regalo de menos costo. “Varios congresistas, entre los que me incluyo, vimos este hecho como un acto discriminatorio. Si das un regalo a un parlamentario por el Día de la Madre o del Padre, el mismo regalo deben recibir otros trabajadores”, declaró a la prensa.
Con respecto a lo segundo, por otra parte, los detalles de su explicación fueron desconcertantes. “El Congreso como un poder del Estado tiene presupuesto para la planilla, para los aumentos y para este tipo de eventos, y si está presupuestado no lo considero ningún derroche; tiene una partida y está avalado dentro del presupuesto”, sentenció.
De acuerdo con la denuncia periodística original, el gasto se hizo pese a que el área administrativa del Congreso había recomendado optar por obsequios menos costosos. Pero, a escala oficial, el director general de Administración del Parlamento, Fermín Velásquez, ha respaldado más bien lo afirmado por la señora Solórzano.
Según su testimonio, el desembolso se realizó con total transparencia y para beneficiar a trabajadores que merecen ‘dignidad’, por lo que la dimensión legal de la operación estaría plenamente garantizada.
Ninguna razón hasta aquí señalada, sin embargo, responde realmente a la esencia del problema que han apuntado las críticas. Esto es, al dispendio que el referido gasto entraña. Por un lado, aparte de que siempre existen diferencias entre lo que recibe un legislador y un trabajador del Congreso (en materia de remuneraciones, sin ir muy lejos), ¿no es verdad que la ‘discriminación’ podría haber sido también superada optando por regalos menos costosos para todos? O, en otras palabras, ¿se justificaba la compra de las billeteras siquiera en el caso de los parlamentarios? ¿Es ese un destino razonable para dinero que se obtiene de los contribuyentes y con el que se financia a ese poder del Estado?
Y eso nos lleva directamente al segundo –y más delicado– argumento. ¿Basta que un determinado desembolso esté comprendido dentro de un presupuesto para descartar que se trate de un derroche? La respuesta, en nuestra opinión, es negativa.
Si el presupuesto en cuestión no es elaborado con el criterio de austeridad que debe presidir los gastos del Estado, lo que tenemos es sencillamente un derroche presupuestado. Y a menos que la señora Solórzano aporte pronto elementos de juicio adicionales que sustenten la racionalidad de haber destinado el equivalente de más de cien mil dólares provenientes de nuestros impuestos a la compra de ostentosas billeteras para congresistas y trabajadores del Legislativo, será claro que es precisamente de eso de lo que estamos hablando.