Ayer inició funciones el Gabinete liderado por la expresidenta del Congreso Mirtha Vásquez. Con ello, da la sensación de que hemos dejado atrás un período en el que el Ejecutivo, más que gobernar, pareció enfrascado en ir al choque, con un Guido Bellido que hizo más noticia por sus provocaciones, amenazas y felonías que por su capacidad de gestión. Fueron, en resumen, 69 días perdidos.
Por supuesto que decir que el paso de Bellido por la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) fue irrelevante no equivale a decir que fue inocuo. De hecho, como mencionamos ayer, su gestión envileció la imagen del cargo que ocupó, supuso una rebaja sustancial en los estándares de la función pública y dejó izadas varias banderas que su sucesora debería arriar.
Una de ellas, por ejemplo, es la actitud hostil hacia la prensa, además de esa predilección por la opacidad. Es cierto que ambas son características que también están presentes en el presidente Pedro Castillo, pero si el Gabinete Vásquez puede marcar distancia con el jefe del Estado en este sentido, ya será una buena noticia para el país.
Sería saludable, en primer lugar, que regresen las conferencias de prensa luego de las sesiones del Consejo de Ministros (y que, en estas, los ministros presentes puedan ir respondiendo una a una las consultas que les formulan los periodistas, en lugar de aglutinarlas todas tratando de disolver alguna interrogante incómoda, como ha ocurrido últimamente). También, que se deje de insultar a reporteros y que se levante el secretismo que parece cundir en el nivel más alto del Ejecutivo, con un mandatario que casi nunca habla y con ministros que, hasta hace pocos días, se contradecían mutuamente sobre lo que había ocurrido en la privacidad de sus sesiones.
Asimismo, el equipo ministerial debe fortalecer Torre Tagle en lugar de sabotearlo. Como hemos dicho anteriormente, a pesar de algunos traspiés, en los últimos años nuestra cancillería se ha convertido en una de las voces más importantes en la región en la condena a la dictadura chavista y esa es la línea que debe seguir, apoyando una solución para el drama en el país caribeño sin olvidar quiénes son los que llevan años violando sistemáticamente los derechos humanos y conculcando las libertades de los hermanos venezolanos.
De igual manera, el remozado equipo ministerial debería dejar el lenguaje extorsivo y amenazante contra la empresa privada y, más bien, allanar el camino de la reactivación económica en lugar de hacerlo más cuesta arriba de lo que ya se encuentra. También, contemplar caminos legales para remover a funcionarios nombrados por la gestión de Bellido en puestos claves para los que no cuentan con la experiencia ni la formación necesaria y abandonar el discurso maniqueo que trata de dividir al país entre ‘Lima’ y ‘las regiones’, los ‘empresarios’ y ‘el pueblo’ o, en simple, entre ‘buenos’ y ‘malos’.
Finalmente, el Gabinete debe enterrar de una buena vez la carta de la asamblea constituyente. No solo porque son varias las encuestas que muestran que el grueso de la ciudadanía no aboga por un cambio total de la Constitución (como plantea Perú Libre), sino porque, además, su sola convocatoria –además de los problemas legales que tendría que sortear– inauguraría una nueva etapa de conflicto entre poderes y volvería a sumergir al país en un pozo de incertidumbre en el peor momento posible.
A pesar del corto tiempo que estuvo en el cargo, la gestión de Guido Bellido le hizo un gran daño a la institucionalidad, abrió varias crisis dentro del Ejecutivo y en su relación con el Legislativo, cargó contra la prensa, fustigó al Poder Judicial y al Ministerio Público (denunciando una improbable ‘persecución política’ contra su líder, Vladimir Cerrón), entre otras tropelías. Antes de construir sobre ese nefasto legado, el Gabinete Vásquez debería empezar por desmantelar todo lo que se hizo mal en esos 69 días. Ahora sí que no hay tiempo que perder.
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