El presidente Martín Vizcarra ha dado su último mensaje a la nación de Fiestas Patrias. Tal y como habíamos anunciado ayer en esta página, habida cuenta de que el próximo 28 de julio la ceremonia la encabezará el nuevo, o nueva mandataria, cabía la posibilidad de que la disertación se perdiese entre el “recuento de lo presunta o realmente logrado”, como hicieron sus antecesores en la misma situación. Y, de hecho, eso fue lo que ocurrió en varias partes de la alocución.
Sin embargo, hubo también espacio para algunos anuncios importantes, principalmente en materia sanitaria y económica: quizá las dos áreas que más expectativas generaban en una ciudadanía que se ha pasado los últimos cuatro meses en zozobra ante la posibilidad de sufrir los embates del COVID-19 (que ha infectado a más de 395.000 compatriotas y ha dejado más de 18.600 fallecidos, según los datos oficiales) o de ver su economía familiar destruida por el confinamiento.
La salud, por supuesto, concentró muchos de los objetivos más ambiciosos (asignación de presupuesto histórico para el próximo año, aseguramiento para todos los peruanos al 2021, construcción de 44 hospitales y centros de salud bajo la modalidad de gobierno a gobierno, etc.). Esto, que se justifica por la coyuntura, también genera cierta reserva respecto a su materialización: a fin de cuentas, no sería la primera vez en la que un plan audaz en el papel se echa a perder cuando pasa por la máquina burocrática… y en menos de nueve meses estaremos acudiendo a las urnas para elegir a las nuevas autoridades.
Por ejemplo, el jefe del Estado anunció que en el presupuesto del próximo año –que presentará en agosto al Congreso de la República– se destinarán cerca de S/20 mil millones para el sector; “la mayor inversión de salud de la historia”, según el presidente. Esto suena bien, pero si Vizcarra quiere distanciarse de sus antecesores, debe hacer lo que ellos no pudieron (o no quisieron) hacer: garantizar que ese dinero no sea dilapidado en hospitales que nunca terminan de erigirse, aparatos que no funcionan, equipamiento inservible y corrupción. Al fin y al cabo, como han recordado varias voces en estas semanas de emergencia sanitaria, solo en la última década el presupuesto destinado a la salud se ha triplicado sin que ello se traduzca en una mejora en la atención de los pacientes. Si no detectamos los huecos a tiempo, podemos echarle muchísima más agua al vaso y ni así alcanzaríamos a llenarlo.
Una mención aparte merece el énfasis que hizo el mandatario sobre la ‘transparencia’ con la que su gobierno manejó la pandemia. Hallazgos de observadores internacionales sobre un brutal subregistro de fallecidos (que recién con el cambio de Gabinete parece comenzar a corregirse) y un Ejecutivo renuente a aceptar repreguntas de la prensa en sus conferencias diarias no abonan a su relato.
En lo que respecta a la economía, podríamos decir lo mismo que dijimos sobre la salud. “Vamos a continuar con el impulso al desarrollo de megaproyectos de infraestructura”, sostuvo Vizcarra, para inmediatamente después anunciar el destrabe de la tercera etapa del proyecto Chavimochic. En minería, recordó que existen 48 proyectos en cartera, y nombró los que se encuentran “en etapas avanzadas” (aunque omitiendo a Tía María). En transportes, prometió una inversión de S/3.897 millones en el mantenimiento de vías; en vivienda, la construcción de 20.000 nuevas edificaciones; y en trabajo, la generación de 204.000 puestos temporales con el programa Trabaja Perú.
Asimismo, anunció que se entregará un segundo bono de S/760 para los 8 millones y medio de hogares beneficiados con el primer bono y una pensión de orfandad de S/200 para los huérfanos de la pandemia.
Ello, sin comentar otras áreas igual de relevantes que aparecieron en el discurso presidencial, como la violencia de género, el medio ambiente, la educación y la seguridad ciudadana…
Todo esto, en fin, luce prometedor, pero a Vizcarra le queda poco tiempo para concretar el plan que se ha trazado. Hasta ahora, su administración ha estado signada por la crisis política (asumió el cargo como parte de esta y la prolongó en un tira y afloja con el Congreso hasta la disolución de este último), sin llegar al último tramo de su mandato con mucho que exhibir en gestión o en reformas sustantivas.
A principios de abril del 2018, cuando un Martín Vizcarra todavía desconocido para el grueso de la ciudadanía cursaba sus primeros días como mandatario, escribimos en esta misma página que “contrario a otros presidentes de estreno, pues, el presidente no tiene espacio para ensayos ni tiempo que perder. Las circunstancias no le concedieron esa gracia, pero sí una oportunidad real para dejar al país mejor de lo que lo encontró”. Hoy, parafraseando lo anterior, podemos decir que la pandemia que ha postrado al planeta, y el incluso más corto tiempo que le queda, no le conceden al mandatario mucho espacio para trabajar. Aun así, si a pesar de todo Vizcarra logra concretar con éxito una pequeña porción de las promesas que lanzó ayer, quizá podamos decir que este quinquenio que tendrá como epílogo al bicentenario le habrá dado al Perú algo más que pugnas políticas, crisis de instituciones y miles de muertos. Vale la pena dejarlo todo en el intento.