La nueva Mesa Directiva que se elegirá hoy en el Congreso está llamada a jugar un rol fundamental en el futuro político del país. Ya sea porque el presidente Pedro Castillo vea interrumpido su mandato de una forma constitucional –lo que a juicio de este Diario sería la mejor de las soluciones posibles a la crisis en la que nos ha sumido este gobierno– o porque la actual administración se extienda y haga falta fiscalizarla con rigor para evitar que el deterioro institucional continúe.
Con ese propósito en mente, lo razonable era que las fuerzas comprometidas con tal afán constituyeran una sola lista para aspirar a la conducción del Legislativo. Una lista que expresara numérica y moralmente la superioridad de los sectores opuestos a la gavilla incapaz y ventajista instalada en el poder.
Para poder conformar una lista así, sin embargo, se necesitaba desprendimiento y madurez. Desprendimiento de parte de aquellos que creían ostentar los méritos suficientes para ocupar tal o cual cargo en la nueva Mesa Directiva, pero sabían que los votos no los acompañaban, y madurez de parte de las bancadas que objetaban –en muchos casos con razón– el comportamiento de algunos otros grupos parlamentarios frente al Ejecutivo durante el año que termina (y, por lo tanto, recelaban su incorporación a cualquier entendimiento en ciernes).
Lamentablemente, no ha sido eso lo que ha ocurrido. Muy al contrario, las apetencias por la presidencia del Congreso y los resquemores entre bancadas han determinado que la oposición se presente dividida a la medular elección de hoy. Renovación Popular y un sector de Avanza País, efectivamente, decidieron inscribir una opción distinta a la encabezada por la parlamentaria Lady Camones, de Alianza para el Progreso (APP), que ya contaba con el respaldo de Fuerza Popular, Somos Perú, Podemos Perú y, por supuesto, de los colegas partidarios de Camones. Aparentemente, además, se añadirían a esas bancadas algunos votos de Acción Popular, de los no agrupados e incluso de Avanza País.
Así las cosas, parece que la lista que preside la señora Camones sumará poco más de 50 votos, con lo que no alcanzará los 66 que se requiere –esto, si es que asisten los 130 parlamentarios– para ganar en “primera vuelta”. Pero es probable que se alce con el triunfo en la segunda, en la que la victoria se consigue por mayoría simple.
La lista liderada por la congresista Gladys Echaíz, por otro lado, da la impresión de estar condenada a obtener menos de 20 votos, pues ni siquiera cuenta con el respaldo de todos los miembros de las bancadas que la postulan (Esdras Medina, de Renovación Popular, encabeza una tercera lista en la que va acompañado por legisladores afines al Gobierno y en Avanza País existe la escisión ya aludida). La insistencia en empujar esta alternativa luce, entonces, como un ejercicio frívolo o de pura vanidad, máxime cuando días atrás Renovación Popular y la propia señora Echaíz habían declarado que no entrarían en la competencia, en un gesto que se entendió como una manera de facilitar el triunfo de la opción opositora con más apoyo que el suyo.
Si bien no se puede descartar que este último sector no haya puesto a su vez todo de su parte para lograr la lista unitaria que en estos momentos hacía falta, es indudable que la mayor responsabilidad de lo sucedido recae sobre los separatistas de la hora nona.
Mientras tanto, el oficialismo y sus bancadas satélites presentan también dos listas (una que preside el ya mencionado Esdras Medina, y otra que encabeza Héctor Acuña), una de las cuales seguramente disputará la segunda vuelta con la que lidera la señora Camones. ¿Qué irá a pasar en esa ronda con los votos que en la primera endosen la candidatura de la congresista Echaíz? La lógica sugiere que se inclinarán por la alternativa que, aunque menos radical que la propia, promete encarnar la oposición al Ejecutivo. Pero, con la mala atmósfera que se ha creado entre Renovación Popular y Avanza País y el resto de las bancadas no gobiernistas, el pronóstico debe ser reservado.
Justo cuando no estamos para más niñerías, nos sorprende este brote de infantilismo.