Editorial: Al nido en pañales
Editorial: Al nido en pañales

La educación ha ganado presencia en los últimos años como tema de debate. Desde las restricciones y limitaciones de la Ley Universitaria hasta los buenos resultados de la última Evaluación Censal de Estudiantes en estudiantes de segundo grado de primaria, se percibe con cada vez mayor firmeza la importancia de lo que sucede en las aulas en las discusiones sobre la visión de desarrollo del país.

Hay, sin embargo, un aspecto que ha pasado casi desapercibido. La educación inicial es, para buena parte de los expertos en el tema, el factor determinante al momento de evaluar las posibilidades de aprendizaje futuro de los niños y adolescentes. Aparte de posibilitar la formación mínima que todo ciudadano debe recibir, la educación inicial tiene rendimientos enormes: la investigación existente apunta a que cada sol invertido en educación inicial le redituará a la sociedad casi ocho veces más, la mitad de las cuales vendrá de mayores ingresos futuros de los niños cuando crezcan.

¿En qué situación se encuentran los niños peruanos al respecto? Es importante empezar reconociendo que, desde los primeros años, existen grandes diferencias cognitivas entre aquellos que vienen de familias con recursos de aquellos criados en familias más pobres. Según el estudio “Young Lives”, llevado a cabo en cuatro países con más de 12.000 participantes, estas diferencias son significativamente más pronunciadas en el Perú que en los otros tres países evaluados: Etiopía, India y Vietnam.

¿Qué tan efectivos son los programas sociales peruanos para mejorar el potencial de aprendizaje de los niños de menores recursos? De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), poco. En un trabajo publicado la semana pasada, el BID apunta que Cuna Más, programa de este gobierno dedicado a atender a la primera infancia, tiene una calidad “muy baja”. Para el banco, incluso los mejores centros de Cuna Más tienen un desempeño pobre, “demostrando que los niños no están provistos de un ambiente que conduzca a la promoción de sus habilidades de aprendizaje”.

Parte de la explicación de estas deficiencias se puede deber al limitado presupuesto asignado al desarrollo de la primera infancia. Solo por mencionar los casos de los países de la Alianza del Pacífico al 2012, mientras en Chile el presupuesto público por niño menor a 5 años es de US$882, en México de US$488 y en Colombia de US$402, en el Perú es de apenas US$253. Considerando el alto retorno que este tipo de inversión tiene tanto para el beneficiario como para la sociedad en general, es incomprensible la falta de prioridad asignada.

¿Quizá pueda, entonces, el sector privado encargarse de proveer las habilidades a los niños que el sector público no brinda? Si ese podía haber sido el caso, regulaciones recientes se han encargado de hacerlo imposible. El año pasado, la secretaría general del Ministerio de Educación emitió una resolución que dificultaba enormemente la inversión en guarderías o nidos privados.

Según Dante Nieri, del consejo directivo del colegio Trener, “la norma hace imposible adaptar una construcción que ha sido pensada como vivienda a estos fines, como es el caso de la mayoría de los locales donde funcionan los nidos y cunas existentes”. Esto, sumado a otras exigencias de infraestructura que tendrían sentido en una sociedad rica y no en el Perú, empuja a cientos de educadores a la informalidad. Únicamente, los padres de ingresos altos podrán costear los servicios de guarderías que han invertido en adaptarse a las nuevas regulaciones; los demás deberán conformarse con nidos sin fiscalización alguna. Así la brecha educativa entre ricos y pobres, previsiblemente, seguirá creciendo.

Si como sociedad hemos reconocido que la educación es la clave para el desarrollo del país, es un gran error descuidar la calidad de los servicios de educación temprana, la base para todo el andamiaje educativo posterior. Sin embargo, en la medida en que la educación inicial pública y privada sigan siendo víctimas de desafortunadas intervenciones estatales, mantendremos los endebles cimientos que explican el pobre desempeño peruano en las evaluaciones escolares y universitarias.