Editorial El Comercio

El último domingo más de 15 millones de chilenos acudieron a las urnas para elegir a los 50 miembros del Consejo Constitucional que deberá confeccionar una nueva Carta Magna para el país. El resultado de los comicios , no tanto por las tendencias que trazaban los sondeos de opinión previos a la jornada electoral, sino porque el partido político más votado ha sido uno cuyo líder ha manifestado abiertamente estar en contra de un cambio de Constitución.

Con más del 99% escrutado, el Partido Republicano, liderado por el exdiputado , logró el 35% de los sufragios, lo que se traducirá en 23 asientos en el órgano encargado de elaborar la nueva Ley Fundamental. Será, además, el único partido capaz de ejercer el derecho de veto (21 votos) en este foro. Si a ello le sumamos los 11 asientos ganados por Chile Seguro, la coalición de partidos de la derecha tradicional entre los que se encuentran aquellos que apoyaron en su momento al expresidente , la derecha chilena tendrá 34 representantes, cuatro más de los que se necesitan para proponer, aprobar o modificar las nuevas normas constitucionales. Tienen en sus manos, dicho de otro modo, la responsabilidad de redactar la nueva Carta Magna del país sureño.

La izquierda, en el otro lado, ha sido la gran perdedora de este proceso. Unidad para Chile, el partido político del presidente , logró el 28% de los sufragios, lo que le reservará 16 cupos en el Consejo Constitucional: no tendrá poder de veto. Peor aún es el resultado obtenido por la coalición de centroizquierda Todo por Chile, que con el 9% de los apoyos no tendrá representante alguno.

Como sabemos, este es el segundo intento que Chile tendrá en los últimos años para tratar de cambiar su texto fundamental luego de que en el 2020 una mayoría de sus ciudadanos de cambiar la Carta Magna vigente desde la dictadura de Augusto Pinochet en la década de 1980. El primero de ellos naufragó estrepitosamente en setiembre pasado cuando el 62% de los chilenos de la anterior Convención Constitucional en un proceso que –tal y como el de ahora– ha dejado debilitada a la administración de Boric, que en ambos casos se la jugó por la opción que resultó perdedora. Esta vez con el añadido de que el ganador de la jornada ha sido Kast, contra quien el actual mandatario se enfrentó de las presidenciales del 2021.

Mal harían los nuevos representantes, por eso, en repetir los errores que llevaron a sus antecesores al fracaso y que, de alguna forma, les permitieron a ellos salir victoriosos en esta oportunidad. Como recordamos, la Convención Constitucional encargada de preparar la propuesta rechazada por los chilenos el año pasado fue una copada en su mayoría por representantes de la izquierda radical e independientes (desembarazados de cualquier disciplina partidaria y con una atomización de intereses y propuestas que buscaron impulsar sin el respaldo de una mayoría de la población) y en donde otros sectores con arraigo en la sociedad chilena, como la derecha, estaban subrepresentados.

Así, el producto que emergió de este foro terminó siendo uno desproporcionadamente escorado hacia la izquierda y con postulados extremistas que ni siquiera los grandes sectores de chilenos que se hallan a favor de una nueva Constitución quisieron endosar. Una lección de humildad para quienes creyeron que un cambio constitucional equivalía a una carta blanca para imponerles a las mayorías su determinada visión del mundo que, por lo visto, no era tan popular. Y que en nuestro país quienes vienen impulsando irresponsablemente una asamblea constituyente para promover agendas particulares harían bien en tomar nota.

Los partidos ganadores de la elección del domingo tienen, pues, la responsabilidad histórica de aprender esta lección y consensuar las reformas que ese país demanda. Y lo que el país demanda es, a juzgar por los últimos resultados electorales (el de la semana pasada, pero también el de setiembre), una Constitución bastante menos radical de lo que quienes impulsaron su reelaboración quisieron hacer creer en un primer momento.

Editorial de El Comercio