Ante una casi inminente derogación de la norma que obliga a los independientes a aportar a un fondo de pensiones (solo falta el visto bueno del Ejecutivo), las AFP parecen interesadas en crear un sistema previsional diferenciado para estos trabajadores que les dé beneficios suficientemente atractivos como para que decidan hacer por su propia voluntad lo que la norma aludida les iba obligar a hacer: afiliarse a una AFP.
Es significativo que a las AFP no se les haya ocurrido ponerse creativas para atraer a los independientes cuando la ley se los iba a depositar en sus puertas como clientes forzados. Significativo, no tanto respecto de las AFP (es solo parte de la lógica normal de cualquier negocio no gastar más de lo necesario para conseguir y multiplicar sus productos), sino del tipo de distorsiones que la ley crea cuando interviene en el mercado y fuerza a las personas a contratar con determinados productores. Distorsiones, esto es, que rompen el libre juego de la oferta y la demanda natural en el que cada uno considera qué es lo que más le conviene dadas sus necesidades y recursos y busca, entre varias partes en competencia, quién le puede ofrecer esto al menor costo posible.
Como sea, ahora que la libertad se va a aplicar a los independientes, ello sirve para evidenciar, por puro efecto contraste, las limitaciones que da a los dependientes su situación de clientes forzados. Lo que, considerando que, al menos en lo relevante para el sistema pensionario, la situación de los trabajadores independientes no es estructuralmente distinta a la de los dependientes (en ambos grupos hay personas con trabajos estables y no estables, y con necesidades más o menos inmediatas de liquidez), debiera de resultar al menos incómodo. Después de todo, ¿en qué se estaría basando este nuevo sistema que permitiría que a los 3 millones de independientes que se estima existen en nuestro país se les ofrezca un servicio más atractivo, mientras que los 5,5 millones de trabajadores dependientes no tengan la oportunidad de acceder a las mismas condiciones?
La verdad, sin embargo, es que tanto dependientes como independientes deberían recibir un producto más llamativo. Y aquí tendría que entrar la ley, que al crear el sistema de contrataciones forzoso es la que inició, como decíamos, la distorsión en primer lugar.
Así, por ejemplo, allí donde hace unos días Jorge Ramos, presidente de AFP Integra, sugería considerar la posibilidad de que los independientes usen sus aportes como garantía para cierto tipo de créditos, deberíamos preguntarnos si esta no tendría que ser también una facultad de los dependientes. ¿O acaso quienes están en planilla tienen siempre garantizado el acceso a créditos? Permitir, por otro lado, que los aportantes tengan la posibilidad de retirar un porcentaje de sus fondos (para, por dar unos ejemplos, pagar la cuota inicial de una vivienda, emergencias de salud o estudios superiores) haría que cada persona tenga mayores motivaciones para aportar y más alternativas entre las que escoger qué tipo de producto le parece mejor para sus necesidades particulares.
Por supuesto, es necesario encontrar la manera en que este tipo de cambios se pueda lograr sin afectar a quienes ya han venido aportando y tienen una esperanza de rentabilidad con determinadas reglas de juego, ni a los compromisos ya asumidos por las propias AFP. Por eso, deberían estudiarse los mecanismos que permitan que esto se aplique a los nuevos aportantes o a nuevos aportes.
Por otra parte, se puede mejorar la situación de los dependientes no solo aplicando para ellos lo que las AFP empiecen a ofrecer a los independientes para atraerlos. Si no les va a dar la misma libertad fundamental que sí está dando a los independientes para decidir si contratan o no un sistema pensionario, el Estado tendría que darles al menos la libertad de elegir sin limitaciones entre las AFP. Con este fin, se debería retirar la medida que establece que la AFP que ofrezca cobrar la menor comisión gane la afiliación obligatoria de todos los nuevos aportantes durante dos años. Tendrían que ser los aportantes quienes decidan qué mezcla de comisión y rentabilidad consideran más conveniente para ellos mismos.
Demás está decir que este tipo de medidas, que harían para los dependientes más atractiva su afiliación forzada a las AFP haría también, consiguientemente, más atractiva la formalidad. Y que cuanto más satisfechos estén estos clientes más fácil será la vida de las propias AFP frente a la opinión pública.