Los inicios de año suelen ser temporadas cargadas con un optimismo casi congénito. La inauguración de un nuevo calendario suele movernos a hacer promesas y a confiar en que lo mejor está por venir. Este, de hecho, es el sentimiento que suele acompañar a los gobiernos entrantes durante sus primeras semanas de gestión. La verdad, sin embargo, es que en este 2022 que hoy inauguramos hay muy pocas señales de que las circunstancias que arrastramos en los últimos meses se corregirán y sí, por el contrario, de que las cosas podrían empeorar hacia diciembre.
Comencemos por los dos temas más urgentes que deberíamos atender. El primero es el regreso a las clases presenciales. Según cifras de Unicef, el Perú cerró el 2021 a la cola de la región en lo que respecta al porcentaje de estudiantes beneficiados con la presencialidad, con un 10,4%. Bastante lejos del 99%, 94% y 66% que registran Bolivia, Argentina y México, respectivamente. Como se ha dicho hasta el cansancio, las clases remotas que nuestros escolares vienen recibiendo desde hace casi dos años no son un reemplazo de las que recibían antes de la llegada del coronavirus, pero al gobierno del profesor Pedro Castillo esta situación parece no haberle quitado el sueño durante el primer semestre de su gestión, en el que el asunto careció de la importancia que reviste.
Peor aún, lo único que hemos recibido del Ejecutivo han sido mensajes confusos. Si, por un lado, el Ministerio de Educación ha publicado una serie de disposiciones para el regreso a clases semipresenciales y –en algunos casos y por algunas horas– presenciales para la primera quincena de marzo, por el otro, el mandatario afirma que esto se logrará “en el mes de abril”. Seamos claros: a estas alturas, ninguna fecha de regreso a clases será la óptima; esta ya pasó hace varios meses por lo que estamos definiendo cuán tarde implementaremos una tarea que debimos asumir hace varios meses.
El otro tema que marcará el 2022 será la lucha contra el coronavirus. Según la OMS, este debe ser el año en el que el mundo logre “el fin de la etapa aguda de la pandemia”. Por supuesto, esto dista mucho de creer que podremos volver a la realidad que vivíamos a inicios del 2020, pero ello no quiere decir que no podamos cerrar el año con el virus bajo control. La clave, por supuesto, será que el Ejecutivo continúe llevando a cabo la buena campaña de vacunación que ha venido desplegando en el país y que todos los ciudadanos recibamos oportunamente la dosis de refuerzo para hacer frente a las nuevas variantes del SARS-CoV-2.
En el ámbito político, por otra parte, la situación es poco auspiciosa. Parece difícil que lo que el Gobierno ha mostrado en estos meses vaya a cambiar radicalmente en los próximos. Así, a pesar de sus promesas de comenzar a ofrecer entrevistas a los medios de prensa, es poco probable que Pedro Castillo deje de ser un mandatario hermético, opaco y ausente de un día para el otro. Y esto, que ya de por sí es preocupante, podría agravarse este año conforme avancen las investigaciones contra el ex secretario de la presidencia Bruno Pacheco o contra la lobbista Karelim López, que demandarán más respuestas del mandatario que aquellas que todavía tiene pendientes.
En octubre, además, asistiremos a una nueva ronda de elecciones regionales y municipales que podría agravar aún más la crisis de representación en la que nos hallamos sumergidos. Este año los gobernadores de Arequipa, Puno, Loreto, Ucayali, Áncash, Lambayeque, Huancavelica y Madre de Dios han tenido que enfrentar a la justicia, la mayoría por denuncias de corrupción. Es menester que los ciudadanos nos tomemos en serio este proceso electoral y, con nuestro voto, les cerremos el paso a potenciales criminales. En cuanto a Lima, hay que decir que las encuestas difundidas hasta ahora adelantan que estos comicios serán una lucha feroz.
Los malos pronósticos, asimismo, también llegan por el lado económico, luego de un 2021 con malas noticias en este aspecto, tal y como trataremos en un próximo editorial.
El 2022, así, se abre paso como un año del que se espera muy poco, pero que, a pesar de esto, podría terminar decepcionándonos. Ojalá que el año nos reserve una grata sorpresa.
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