Editorial El Comercio

Es muy posible que no haya habido en la última década escándalo interno más grueso en el seno del que la bomba que explotó con la reciente denuncia de una supuesta red de prostitución que incluso arrastra un homicidio en la trama. Las ramificaciones son impredecibles y podrían ser sumamente sensibles.

La fiscalía entró esta semana al Congreso en busca de evidencias. Las acusaciones de encubrimiento no se han hecho esperar. Tampoco los ataques entre parlamentarios, incluso dentro de las mismas bancadas. Dado el peso de las imputaciones, ni siquiera las fiestas de fin año lograron calmar las aguas. La crisis es evidente; y su resolución, incierta. En ese contexto, es inconcebible que quien debe representar al Congreso, y sobre todo llevar las riendas en tiempos difíciles, haya priorizado un viaje al otro lado del mundo sin una agenda de trabajo que lo amerite.

(), presidente del Legislativo, es un político experimentado. Ha sido antes diputado, ministro de Justicia y congresista. Llama por eso la atención que, en medio del caos, haya decidido esta semana abandonar el país atendiendo a una invitación de la Asamblea Popular Nacional de la . El comunicado que compartió en redes el viernes en el que anunciaba que recortaría sus días de viaje, además de la conferencia de prensa que dio a propósito de este tema no han hecho nada por explicar su decisión. Ahora que hasta el vocero de su propia bancada, , ha marcado distancia de Salhuana, su posición en la cabeza de la Mesa Directiva se ve cada vez más disminuida y precaria.

Hay una dimensión práctica del problema –la que preside debe seguir funcionando en su ausencia–. Pero en realidad los problemas centrales son otros dos. El primero es de imagen institucional. ¿Cómo se le puede pedir a la ciudadanía que apruebe a un poder del Estado cuyo presidente se va a China en medio de una crisis mayúscula? De paso, el mensaje que reciben el resto de los congresistas es que son libres de viajar cuando les plazca, incluso en los momentos menos apropiados.

El segundo problema es que su viaje fortalece la idea de que, efectivamente, podría haber un entorpecimiento de las investigaciones en el interior del Legislativo al más alto nivel. El presidente de la Comisión de Fiscalización, , ha exigido la renuncia de Salhuana por este asunto. también. Otros parlamentarios podrían sumarse a la moción en los siguientes días. Salhuana se ha abierto tontamente un serio flanco de ataque que amenaza con sumir al Parlamento en un caos aún mayor. ¿Qué le llevó a tomar tal decisión?

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