El viernes 10 de enero representará un parteaguas en la lucha por la democracia en Venezuela. En esa fecha, se producirá la juramentación de quien ejercerá la presidencia de ese país por los próximos seis años y el protagonista del evento no será precisamente el legítimo ganador de las elecciones de julio pasado. Como sabemos, quien triunfó en ese proceso electoral fue el candidato de oposición Edmundo González Urrutia y, sin embargo, quien prestará espuriamente el juramento en cuestión será el dictador Nicolás Maduro, heredero del sátrapa original, Hugo Chávez.
Como se recuerda, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela proclamó meses atrás la victoria de Maduro sin mostrar pruebas de ella y, más bien, haciendo caso omiso de la demanda internacional para que exhibiese las actas que desmintieran las que mostró en su momento la oposición, aportando elementos de convicción de todo lo contrario.
Por ello, a pocos días de que el chavismo monte el espectáculo de juramentar a Maduro como presidente, es crucial el respaldo que América Latina –o al menos las democracias que la conforman, pues de las dictaduras de Cuba y Nicaragua no cabe esperar nada– le preste a la oposición y especialmente a González Urrutia, legítimo ganador de las últimas elecciones venezolanas.
Ayer, por ejemplo, Paraguay afirmó que González Urrutia debe asumir como nuevo inquilino del Palacio de Miraflores este viernes. Del mismo modo, el presidente estadounidense, Joe Biden, recibió al opositor en la Casa Blanca y se refirió a él como “presidente electo de Venezuela”, el mismo calificativo que utilizó el gobierno de Javier Milei cuando el diplomático venezolano visitó Argentina días atrás. En la otra orilla, se encuentran los gobiernos de México y Colombia, que han anunciado que enviarán representantes a la pantomima montada por Maduro, pese a que no han reconocido oficialmente su triunfo.
En lo que concierne a nuestro país, finalmente, anoche el gobierno de Dina Boluarte dio un paso en la dirección correcta –aunque tardío– al afirmar que respalda a González Urrutia en su lucha por la restitución de la democracia en Venezuela, pero evitó calificarlo como presidente electo del país caribeño. La pregunta que planea ahora es qué ocurrirá este viernes si Maduro termina imponiendo su juramentación –como se prevé– a punta de violencia y amenazas. ¿El Perú tomará alguna medida más drástica o se limitará a mirar los hechos con resignación?
La democracia en Venezuela tiene una jornada clave este viernes y nuestro país no puede ponerse de costado.