No hay acto público en el que la presidenta Dina Boluarte no intente responder a las críticas a su gobierno o, para ser precisos, a quienes las formulan; es decir, a sus críticos.
En la última de tales ocasiones, sin embargo, daría la impresión de haber cruzado la línea de lo anecdótico para internarse en el terreno de la franca irresponsabilidad. Dos días atrás, durante la ceremonia por el aniversario del Combate de Angamos y el Día de la Marina de Guerra del Perú, la mandataria, en efecto, estrenó una nueva figura para describir a quienes le llevan la cuenta de los desaguisados y las muestras de incompetencia. Según ella, lo que ellos practican es “terrorismo de imagen”, una actividad que se nutriría de las ‘fake news’ y tendría como propósito desestabilizar la situación del país y dividir a sus habitantes.
En primer lugar, como decíamos, se trata del enésimo intento de la mandataria por desacreditar a quienes cuestionan la forma como ella y sus colaboradores vienen manejando el país. Pero, mucho más grave que ello, es la banalización de la noción de “terrorismo” que ella está promoviendo. Para quienes pasan los 30 años, esa expresión está asociada a una experiencia dolorosa, que ha dejado heridas que no terminan de restañar. Al comparar lo que vivimos con Sendero Luminoso y el MRTA con el libre ejercicio de la fiscalización por parte de la prensa y la ciudadanía, la presidenta se conduce de una manera frívola con respecto a uno de los episodios más trágicos y sangrientos de nuestra historia. Todo por encontrar coartadas para la resistencia que observa frente a una de las obligaciones elementales de un jefe del Estado: salir a dar explicaciones sobre la forma en que administra el Estado en nuestro nombre.
Por si lo anterior no bastara, ayer algunos políticos respaldaron lo dicho por Boluarte. El parlamentario Waldemar Cerrón, por ejemplo, aseguró que existe “terrorismo de prensa”, mientras que el jefe del Gabinete, Gustavo Adrianzén, afirmó que “no podemos negar que se difunden noticias falsas [que] no solo ofenden, sino que tienen un propósito: […] generar el caos y la desestabilización”. Y puso como ejemplo las “mentiras” que supuestamente han alimentado el paro de hoy, que inicialmente era de transportistas, pero que se ha extendido a otros gremios que justamente cuestionan la capacidad del Gobierno para contener el crimen.
En lugar de volcarse a luchar contra la inseguridad, en Palacio de Gobierno parecen buscar desprestigiar a quienes informan o protestan contra ella. Lamentable, a decir verdad.