(Foto: El Comercio)
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Editorial El Comercio

El primer vicepresidente es en estos días el centro de un pulseo entre los sectores de la oposición que están detrás de la vacancia presidencial y quienes desde el oficialismo presentan esa iniciativa como una ‘componenda’ que atenta contra el orden institucional. Así, mientras los primeros se esmeran por exaltar públicamente sus virtudes para hacerse cargo del Gobierno en caso de que el actual mandatario llegase a ser removido, los segundos le demandan, en distintos tonos de voz, que anuncie que no forma parte de la supuesta conjura.

Olvidando que hace diez meses, cuando se produjo la crisis vinculada al aeropuerto de Chinchero, algunos de sus voceros reclamaron que Vizcarra no solo renunciara al Ministerio de Transportes sino también a la vicepresidencia, el fujimorismo hoy lo promueve casi como un candidato propio. “Es un peruano que conoce el Perú provinciano, el Perú profundo. Es un hombre con experiencia política”, ha dicho sobre él Keiko Fujimori.

Y desde la otra orilla, diversos ministros y congresistas ppkausas le han exigido que reafirme su ‘lealtad con el presidente’ o que diga concretamente: “Voy a seguir los pasos que ha señalado ya anticipadamente Mercedes Araoz de renunciar” (a la vicepresidencia en el caso de que Pedro Pablo Kuczynski sea vacado).

Ninguna de las intervenciones desde el lado del Gobierno, sin embargo, han sido tan inquietantes como aquella en la que el jefe del Estado se enredó la semana pasada durante una actividad en Puno. Allí, en medio de un discurso sobre la nueva iniciativa para vacarlo, empezó una frase con el giro: “Yo no dejaré que traidores…”. Y luego, mientras algunos de los asistentes coreaban el apellido del primer vicepresidente, en lugar de negar de plano tan injuriosa sugerencia, continuó: “Yo no digo quién; que me dejen trabajar”.

Los elogios e insinuaciones de los que aquí damos cuenta, no obstante, no se han producido en el éter, sino en medio de rumores que hablan de contactos entre los vacadores y Vizcarra, ofreciéndole respaldo a una eventual administración encabezada por él. Rumores que han sido alimentados, además, por el riguroso silencio que el vicepresidente guarda desde hace tiempo sobre la que sería su actitud de prosperar la vacancia… Una reacción natural, si consideramos que las zalamerías de unos y las asperezas de otros son, en esencia, dos modalidades de ‘bullying’ para tratar de alinearlo con la propia facción.

En honor a la verdad, sin embargo, la principal lealtad del vicepresidente es con la Constitución y con aquellos a los que, al postular, les ofreció que estaría dispuesto a remplazar al presidente si hiciera falta hacerlo por las razones que fuese.

¿Acaso sería una traición que Vizcarra, en el escenario de que la vacancia se convirtiese en una realidad, tome la posta establecida institucionalmente y la porte hasta el 28 de julio del 2021?

Ya la vez pasada, cuando un día antes de la votación de la iniciativa anterior el presidente Kuczynski sentenció que ninguno de sus dos vicepresidentes quería “ser parte de un gobierno que nazca de una maniobra injusta y antidemocrática”, la inexistencia de una posición suya que fuese más allá del gesto de desconcierto con el que apareció en televisión, se echó en falta. Esperemos que, de llegarse al caso extremo, lo que prime sea más bien una certeza: las instituciones están ahí para respetarse.