El conde Tisza, primer ministro húngaro, obtuvo que el Congreso aplazara el debate sobre las relaciones austriacas con Serbia, declarando que la situación era grave, pero no resultaba imposible una solución pacífica. En Berlín reina la ansiedad y los funcionarios y militares han recibido orden de abreviar sus licencias y volver a sus puestos. La gran mayoría de la prensa europea, sobre todo la de París y la de Londres, espera que Serbia ceda y que Rusia no intervenga, lo cual evitaría la guerra. En Berlín se cree que Serbia dará a Austria las satisfacciones solicitadas.